“Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada; mas la lengua de los sabios es medicina”, Prov. 12:18
Las palabras no se las lleva el viento, las palabras dejan huella, tienen poder e influyen positiva o negativamente.
Las palabras curan o hieren a una persona. Cuida tus pensamientos porque ellos se convierten en palabras y cuida tus palabras, porque ellas marcan tu destino.
Piensa muy bien antes de hablar; cálmate cuando estés airado o resentido y habla sólo cuando estés en paz. De las palabras depende muchas veces la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra.
Una cometa se puede recoger después de echarla a volar, pero las palabras jamás se podrán recoger una vez que han salido de nuestra boca.
Las palabras tienen mucha fuerza; con ellas podemos destruir lo que hemos tardado tanto tiempo en construir.
Cuantas veces una palabra fuera de lugar es capaz de arruinar algo por lo que hemos luchado; cuantas veces una palabra de aliento tiene el poder de regenerarnos y darnos paz.
Las palabras insultantes o despectivas jamás han creado algo edificante. Con el uso de expresiones agresivas lastimamos a las personas provocando heridas, creando resentimientos y dolor que se volverán a nosotros.
Una palabra amable puede suavizar las cosas; una palabra alegre puede iluminar el día. Una palabra oportuna puede aliviar la carga; una palabra de amor puede curar y dar felicidad.
Una palabra irresponsable puede encender discordias; una palabra cruel puede arruinar una vida. Una palabra de resentimiento puede causar odio; una palabra brutal puede herir o matar.
¡Las palabras Bendicen o maldicen, alientan o abaten, salvan o condenan!
Cuida tus palabras, ellas tienen poder. Habla de tal manera que en tu alma y en la de los demás quede la paz.
Las palabras no se las lleva el viento, las palabras dejan huella, tienen poder e influyen positiva o negativamente.
Las palabras curan o hieren a una persona. Cuida tus pensamientos porque ellos se convierten en palabras y cuida tus palabras, porque ellas marcan tu destino.
Piensa muy bien antes de hablar; cálmate cuando estés airado o resentido y habla sólo cuando estés en paz. De las palabras depende muchas veces la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra.
Una cometa se puede recoger después de echarla a volar, pero las palabras jamás se podrán recoger una vez que han salido de nuestra boca.
Las palabras tienen mucha fuerza; con ellas podemos destruir lo que hemos tardado tanto tiempo en construir.
Cuantas veces una palabra fuera de lugar es capaz de arruinar algo por lo que hemos luchado; cuantas veces una palabra de aliento tiene el poder de regenerarnos y darnos paz.
Las palabras insultantes o despectivas jamás han creado algo edificante. Con el uso de expresiones agresivas lastimamos a las personas provocando heridas, creando resentimientos y dolor que se volverán a nosotros.
Una palabra amable puede suavizar las cosas; una palabra alegre puede iluminar el día. Una palabra oportuna puede aliviar la carga; una palabra de amor puede curar y dar felicidad.
Una palabra irresponsable puede encender discordias; una palabra cruel puede arruinar una vida. Una palabra de resentimiento puede causar odio; una palabra brutal puede herir o matar.
¡Las palabras Bendicen o maldicen, alientan o abaten, salvan o condenan!
Cuida tus palabras, ellas tienen poder. Habla de tal manera que en tu alma y en la de los demás quede la paz.