“Y en los postreros días, dice Dios, Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños”, Hech. 2:17
El libro de los Hechos nos muestra un aspecto que fue determinante para el éxito de la iglesia primitiva: el poder del Espíritu Santo. Dios ha prometido para nosotros, sus hijos, ese revestimiento especial que nos ayudará a vencer, a conquistar, a libertar, a hacer grandes cosas en el reino de Dios. Veamos tres aspectos relacionados a esta promesa:
1- Promesa reconocida: hoy en día, en muchos lugares ya no se enseña sobre el poder que podemos recibir por medio del bautismo del Espíritu Santo. En sus tres años y medio de ministerio Jesús preparó a doce hombres para que fueran testigos de su poder y de su muerte. Cuando Él fue levantado hacia los cielos les encargó que estuvieran apercibidos, esperando Su promesa, y en el aposento alto ellos estuvieron unánimes esperándola. Lo que Dios promete, lo cumple. ¡Y lo recibieron! Nuestra confianza debe estar en sus promesas.
2- Poder recibido: necesitamos recibir ese poder. Sin el revestimiento y el poder del Espíritu Santo estamos incompletos. La investidura del bautismo da poder y fuerzas.
3- Propósito realizado: el poder que nos da el Espíritu Santo tiene como finalidad principal el cumplir con los propósitos de Dios para el mundo: predicar el evangelio, compartir las buenas nuevas de salvación con los que sufren, con los necesitados. Si queremos ver realizados los propósitos de Dios en nuestras vidas necesitamos ser revestidos de Su poder, mediante el poder del Espíritu Santo.
El libro de los Hechos nos muestra un aspecto que fue determinante para el éxito de la iglesia primitiva: el poder del Espíritu Santo. Dios ha prometido para nosotros, sus hijos, ese revestimiento especial que nos ayudará a vencer, a conquistar, a libertar, a hacer grandes cosas en el reino de Dios. Veamos tres aspectos relacionados a esta promesa:
1- Promesa reconocida: hoy en día, en muchos lugares ya no se enseña sobre el poder que podemos recibir por medio del bautismo del Espíritu Santo. En sus tres años y medio de ministerio Jesús preparó a doce hombres para que fueran testigos de su poder y de su muerte. Cuando Él fue levantado hacia los cielos les encargó que estuvieran apercibidos, esperando Su promesa, y en el aposento alto ellos estuvieron unánimes esperándola. Lo que Dios promete, lo cumple. ¡Y lo recibieron! Nuestra confianza debe estar en sus promesas.
2- Poder recibido: necesitamos recibir ese poder. Sin el revestimiento y el poder del Espíritu Santo estamos incompletos. La investidura del bautismo da poder y fuerzas.
3- Propósito realizado: el poder que nos da el Espíritu Santo tiene como finalidad principal el cumplir con los propósitos de Dios para el mundo: predicar el evangelio, compartir las buenas nuevas de salvación con los que sufren, con los necesitados. Si queremos ver realizados los propósitos de Dios en nuestras vidas necesitamos ser revestidos de Su poder, mediante el poder del Espíritu Santo.