“Respondiendo Jesús le dijo: cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna”, Juan 4:13 y 14
1- La verdadera adoración: (Juan 4:22 – 26), esta revelación de su vida moral hizo que la mujer reconociera a Jesús como profeta, no sin antes evadir de nuevo la plática tratando un tema que mantenía divididos a judíos y samaritanos: el lugar y el objeto de adoración. Cuando finalmente decide rendirse y reconocer su ignorancia, Jesús se presenta ante ella como el Mesías.
No es extraño que los discípulos se sintieran asombrados e intrigados cuando al volver de Sicar encontraron a Jesús hablando con la mujer samaritana. Por más sorprendidos que estuvieran, no se les ocurrió preguntarle a la mujer qué buscaba, o preguntarle a Jesús por qué estaba hablando con ella. Ellos estaban empezando a conocer a Jesús y sabían que si él hacía algo, una razón tenía para hacerlo.
Para entonces, la mujer ya iba de regreso a la aldea SIN su cántaro; esto demuestra dos cosas: tenía prisa por compartir la experiencia extraordinaria que acababa de vivir, y anhelaba regresar al mismo lugar. La actitud de la samaritana nos dice mucho acerca de la experiencia cristiana auténtica:
1- Su experiencia comenzó con una confrontación: ella tuvo que enfrentarse consigo misma y verse tal cual era. Nuestra experiencia cristiana probablemente comenzará con la desagradable sensación de disgusto con nosotros mismos. Por lo general, lo último que ve el hombre es a sí mismo; y por lo general, sucede que lo primero que hace Cristo para ayudar al hombre es obligarlo a verse a sí mismo
2- Se asombró por la capacidad de Jesús para ver su corazón: la mujer estaba asombrada por el conocimiento íntimo que tenía Jesús sobre su corazón en particular. No hay disfraz ni velo que sea impenetrable a la mirada de Cristo; Él tiene el poder para ver en las profundidades del corazón no sólo lo malo, sino también el potencial dormido en nosotros
3- Su primera reacción fue compartir su descubrimiento: cuando descubrió al extraordinario Jesús, se sintió impulsada a compartir con otros su descubrimiento. No podemos compartir a Cristo con otros hasta que lo hayamos descubierto primero para nosotros mismos
4- Su deseo de testificar acabó con su vergüenza: una mujer que antes estaba en boca de todos, ahora corre a contarles su descubrimiento SIN ningún sentimiento de vergüenza; estaba tan contenta y agradecida que quería contarlo a todo el mundo
La cosecha espera para ser segada. Unos hemos sido llamados para sembrar, otros para segar. El desafío para nosotros es: ninguna palabra pronunciada en su nombre fracasa jamás.