“… porque daré aguas en el desierto, ríos en la soledad, para que beba mi pueblo, mi escogido”, Is. 43:20
¿Cuántos de nosotros nos hemos sentido solos alguna vez? La soledad es un tiempo difícil en el que el alma se consume y pensamos que nadie nos ama, que nadie está con nosotros, que nadie nos entiende, que nadie nos estima. Es un tiempo cuando lloras sin saber por qué, es cuando te acuestas en tu cama y piensas y muchas veces lloras y no sabes por qué. Es cuando nadie aparentemente tiene cuidado de ti... ¡ESTÁS SOLO!
¿Qué es la soledad?
La palabra soledad significa devastado, asolado, desolado, destruido, arruinado, solo. Tiene que ver con un aislamiento o confinamiento, falta de contacto con otras personas. El hombre en medio de la soledad se siente devastado, sin propósito, arruinado a pesar de tenerlo “todo”, desolado a pesar de estar acompañado, destruido a pesar de estar vivo, depresivo y oprimido. La soledad produce aflicción, desesperación y miseria espiritual.
Muchos hombres en la Biblia padecieron por la soledad. Un ejemplo lo tenemos en David; él decía: "Me he consumido a fuerza de gemir; todas las noches inundo de llanto mi lecho, riego mi cama con mis lágrimas. Mis ojos están gastados de sufrir; se han envejecido a causa de todos mis angustiadores", Salmo 6:6 – 7; “Has alejado de mí mis amistades, me has hecho objeto de repugnancia para ellos; encerrado estoy y no puedo salir”, Salmo 88:8; "Has alejado de mí al amigo y al compañero, y a mis conocidos has puesto en tinieblas", Salmo 88:18
Era tanta la soledad y aflicción de David que él decía que Dios también lo había desamparado y ya ni se acordaba de él: “Llegue mi oración a tu presencia; inclina tu oído a mi clamor. Porque mi alma está llena de males, y mi vida se ha acercado al Seol. Soy contado entre los que descienden a la fosa; he llegado a ser como hombre sin fuerza, abandonado entre los muertos; como los caídos a espada que yacen en el sepulcro, de quienes ya no te acuerdas, y que han sido arrancados de tu mano”, Salmo 88:2 – 5
Propósito de la soledad
Cuando pasamos por tiempos de soledad debemos recordar que es un tiempo necesario, que Dios nos pone en ese desierto para que cuando nos abandonen, no nos amarguemos; cuando nos traicionen, no nos resintamos; cuando nos nieguen, no los odiemos. Dios nos está forjando, está tratando con nuestro carácter, está limando todas nuestras asperezas y está desarrollando nuestra paciencia, amor y dependencia en Él; “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia”, Sant. 1:2 – 3 En ese tiempo de soledad el Señor quiebra nuestros prejuicios, soberbia, arrogancia, altivez, orgullo, prepotencia y falta de fe. En esa soledad, Dios también nos enseña el valor de las personas, de la familia, amigos, compañeros, etc.
Continuará…