"Para el abatido, cada día acarrea dificultades; para el de corazón feliz, la vida es un banquete continuo" (Proverbios 15:15 NTV)
Hace unos meses empecé con una dieta. Ya voy 13 kilos menos y para el día de mi cumpleaños dije: “Hoy no hay dieta pues me espera un desayuno buffet a lo grande”. Con lo que no contaban mis neuronas, es que mi estómago ya no era el mismo pues se había… ¡convertido! De chatarrero pasó a ser light. Ese día no pasé del yogurt, de las frutas y un té... Mi intestino grueso se suicidó porque estaba viviendo una vida vacía… Nada de lo que había estado acostumbrado probó…
Fue así que, cuando encontré este pasaje en la Biblia, pensé en el banquete continuo que Dios ofrece para todos aquellos que tienen el corazón feliz. ¿Y qué si no despertamos cada mañana con un corazón feliz sino con cara de ombligo abatido, arrugado, apestosín y hundido? Bueno, es simple… Nos esperan dificultades.
Cada día es una decisión. O lo vives sentado en la mesa del banquete o te haces el loco y te autoexcluyes de la fiesta constante en el cielo por sentirte indigno de sentarte en la mesa del banquete. ¡Como si alguien se sentará en esa mesa de honor por mérito propio! Si tú pensabas o piensas eso, déjame decirte que no es así. Jesús dijo “Ustedes no me eligieron a mí, yo los elegí a ustedes” (Juan 15:16ª). Es por la gracia de Dios que Él ganó un puesto para mí en esa mesa, yo no tengo que hacer nada. Es más, ni siquiera puedo comprar mi ticket para ese gran evento, es solo la misericordia de Dios que pensó en mí y en ti para ocupar un lugar en su banquete.
"Cuando el banquete estuvo listo, envió a su sirviente a decirles a los invitados: Vengan, el banquete está preparado” (Lucas 14:17 NTV)
Dios no te pregunta cómo te sientes para ir… Él te dice cada día: “Ven, que el banquete para ti ya está preparado" y tú, quizá preguntarás: “¿Quién fue el cocinero? ¿Y si no me gusta su sazón? Es que nadie cocina como mi mamá”. Te recuerdo, una vez más… Dios sabe lo que necesitas antes de que se lo pidas, no solo para tu cuerpo sino también para tu alma y para tu espíritu.
"Me preparas un banquete en presencia de mis enemigos. Me honras ungiendo mi cabeza con aceite. Mi copa se desborda de bendiciones" (Salmos 23:5 NTV)
No es cualquier banquete que tiene un tiempo de duración, un inicio y un fin… Sino que Dios está invitándote a su mesa todos los días de tu vida, a no volver a tener hambre de necesidades sino que tu copa desborde de sus bendiciones eternamente. ¿Por qué? La respuesta está en el siguiente versículo…
"Me llevó a la casa del banquete y su bandera sobre mí fue amor" (Cantares 2:4 RVR60)
Solo alguien enamorado puede cocinarte eso que más te gusta. He visto como a lo largo de 33 años, mi mamá ha cocinado los engreimientos culinarios de mi papá y no era su cumpleaños, ni estaba enfermo sino que era puro y simple amor. Es decir que, por amor ella preparaba los banquetes más deliciosos para su amado.
La bandera que Dios pone sobre ti es su amor y ese amor cubre todas tus faltas… Su amor te perdona y te restaura. Aun Judas experimentó lo que significaba el estar sentado en la mesa del banquete de Jesús pero no permaneció allí… Y es que, no importa cómo te llames o quién seas, sino quién te está llamando a sentarte en la mesa del banquete.
"Cual manzano entre los árboles del bosque es mi amado entre los hombres. Me encanta sentarme a su sombra; dulce a mi paladar es su fruto" (Cantares 2:3 NVI)
Tu futuro no está en cualquier mesa sino junto a tu amado. Al decidir por la sombra de vida que da Dios para recostarte, estás depositando tu confianza total en Él. La sombra de Dios es tu refugio seguro, tu bunker espiritual. Es allí donde nos sentimos protegidos… ¡Qué mejor postre! Nada hay tan dulce como el estar con Dios todos los días sentados en su mesa porque cuando tomamos nuestro puesto en la mesa, algo maravilloso sucede. Hay un intercambio real pues pudiste haber llegado a la mesa con hambre, pero te vas satisfecho… Te sentaste débil pero allí, recobras nuevas fuerzas… Te sentaste avergonzado por tu pasado pero como Él es el Rey, puede extender su cetro sobre ti y darte un nuevo nombre, un nuevo destino…
Recuerda, no es tan importante cómo llegas a la mesa, sino cómo sales de ella día a día.
Por Wenddy Neciosup
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