ESTUDIO SOBRE EFESIOS 1
“Alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos”. Efesios 1:18
En esta serie de estudios sobre el libro de Efesios, exploraremos algo de la enorme riqueza de esta epístola de Pablo. Sería bueno leer todo el capítulo primero en diferentes versiones, sobre todo en las más modernas que son de fácil lectura (aunque en estas se pierda un poco la belleza del estilo literario).
Una de las cosas que me hizo difícil su lectura, es que el apóstol usa un lenguaje complejo y lleno de superlativos y palabras compuestas como “sobreabundar” y “supereminente”. Y esto es así en razón del tema que encara; nada menos que llegar a conocer el misterio de la voluntad divina.
Hay tres palabras clave en este capítulo:
Pero solamente podemos entonar la “alabanza de la gloria de su gracia” cuando el Espíritu ilumina los ojos de nuestro entendimiento. Fuera de la revelación, estos asuntos son un misterio incomprensible para el egoísta corazón humano. Felizmente, cuando creemos, ese misterio pasa a ser algo conocido, experimentado y realizado en nuestras vidas.
Podemos dividir este misterio en dos aspectos. Uno ya realizado en los creyentes, con efectos para esta vida. El otro misterio está en proceso de revelarse, y continuará a desde el presente hasta la eternidad. Ambos conforman dos series de siete, como pueden verse en los cuadros de abajo.
Comienza diciendo: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo”. Recibimos al menos siete bendiciones, que son producto de lo que Jesús hizo por nosotros:
El efecto de este misterio revelado es que llegamos a obtener un conocimiento que está fuera del alcance del hombre natural. Cuando Adán y Eva pecaron queriendo alcanzar un conocimiento superior, solamente experimentaron todo lo malo: el dolor, la angustia, la separación, el sufrimiento y la muerte. En cambio, cuando entramos en una íntima relación de pacto con el Señor, somos bendecidos con la verdadera sabiduría que viene de lo alto, llena de buenos frutos de justicia (ver Santiago 3:17).
Ser objeto de tan extraordinarias bendiciones y poder alcanzar tan sublime conocimiento de su voluntad; ¿no debería desbordar nuestros corazones en alabanza?
“Alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos”. Efesios 1:18
En esta serie de estudios sobre el libro de Efesios, exploraremos algo de la enorme riqueza de esta epístola de Pablo. Sería bueno leer todo el capítulo primero en diferentes versiones, sobre todo en las más modernas que son de fácil lectura (aunque en estas se pierda un poco la belleza del estilo literario).
Una de las cosas que me hizo difícil su lectura, es que el apóstol usa un lenguaje complejo y lleno de superlativos y palabras compuestas como “sobreabundar” y “supereminente”. Y esto es así en razón del tema que encara; nada menos que llegar a conocer el misterio de la voluntad divina.
Hay tres palabras clave en este capítulo:
- ALABANZA (vs. 6,12,14). Todo lo que el Señor hizo, hace y hará por nosotros debería despertar nuestra más profunda gratitud y motivarnos a la alabanza.
- GLORIA (vs. 6,12,14,18). Nuestro maravilloso Dios es un Dios de gloria. En nuestra condición caída nos cuesta percibir su gloria, que es su amoroso carácter. Por ello, nos la muestra derramando sus bendiciones sobre su iglesia.
- GRACIA (vs. 2,6,7). La motivación divina para bendecirnos surge de su gracia, es decir, de su actitud favorable hacia nosotros. No lo merecemos, pero igualmente nos hace objeto de toda su piedad, clemencia y misericordia.
Pero solamente podemos entonar la “alabanza de la gloria de su gracia” cuando el Espíritu ilumina los ojos de nuestro entendimiento. Fuera de la revelación, estos asuntos son un misterio incomprensible para el egoísta corazón humano. Felizmente, cuando creemos, ese misterio pasa a ser algo conocido, experimentado y realizado en nuestras vidas.
Podemos dividir este misterio en dos aspectos. Uno ya realizado en los creyentes, con efectos para esta vida. El otro misterio está en proceso de revelarse, y continuará a desde el presente hasta la eternidad. Ambos conforman dos series de siete, como pueden verse en los cuadros de abajo.
Comienza diciendo: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo”. Recibimos al menos siete bendiciones, que son producto de lo que Jesús hizo por nosotros:
SOMOS BENDECIDOS | MISTERIO CONSUMADO |
Nos escogió | Todas estas bendiciones ya podemos disfrutarlas porque están cumplidas. Fuimos elegidos para ser santos, lavados en Su sangre, aceptados como hijos, compartimos una herencia sublime y recibimos su sello de aprobación. |
Nos predestinó | |
Nos aceptó | |
Nos redimió | |
Nos perdonó | |
Nos dio una herencia | |
Nos selló |
El efecto de este misterio revelado es que llegamos a obtener un conocimiento que está fuera del alcance del hombre natural. Cuando Adán y Eva pecaron queriendo alcanzar un conocimiento superior, solamente experimentaron todo lo malo: el dolor, la angustia, la separación, el sufrimiento y la muerte. En cambio, cuando entramos en una íntima relación de pacto con el Señor, somos bendecidos con la verdadera sabiduría que viene de lo alto, llena de buenos frutos de justicia (ver Santiago 3:17).
LLEGAMOS A CONOCER | MISTERIO EN PROCESO |
El misterio de su voluntad | Al aceptar el evangelio, comprendemos que llegamos a formar parte de la familia celestial y estamos unidos a Cristo con lazos inquebrantables. En esta vida solo percibiremos levemente la bondad y el amor de Dios; el estudio de estas cosas continuará por la eternidad. |
El evangelio | |
Conocimiento de él | |
La esperanza a que somos llamados | |
Las riquezas de su herencia | |
La grandeza de su poder | |
Su íntima unión con la iglesia |
Ser objeto de tan extraordinarias bendiciones y poder alcanzar tan sublime conocimiento de su voluntad; ¿no debería desbordar nuestros corazones en alabanza?