"Abridme las puertas de la justicia; entraré por ellas, alabaré a JAH. Esta es puerta de Jehová; por ella entrarán los justos". Salmos 118:19,20
Cuando leí este texto por primera vez, me pregunté: ¿Tiene Dios una puerta? ¿Cuál es?
Si bien hay más de quinientas referencias a puertas en las Escrituras, la primera vez que se menciona una puerta o entrada es la del Jardín del Edén, que desde la caída de nuestros primeros padres estaba guardada por una espada flamígera que se revolvía por todos lados.
Las puertas de la ciudad eran el lugar en donde se decidían los asuntos importantes, se celebraban los contratos y se reunían los ancianos para tratar sus asuntos. Poder entrar por las puertas era determinante para la seguridad de las personas en los tiempos bíblicos; por el contrario, quedarse afuera era muy peligroso.
Pero también las puertas se utilizan como símbolos de dominio, de prosperidad, de seguridad o de favor. Una puerta cerrada representa una oportunidad perdida, el fin de un camino, o el retiro de la gracia divina sobre una persona, pueblo o nación. Una puerta abierta, en tanto, representa una posibilidad, una oportunidad, un ofrecimiento de gracia. Consideremos las implicancias de las puertas literales y simbólicas mediante estos tres ejemplos:
- El camino al árbol de la vida se cerró y perdimos la vida eterna.
- La puerta del arca se cerró y vino el diluvio.
- Las cinco vírgenes que tenían aceite entraron y se cerró la puerta.
En cada caso, el cerrar de la puerta significó el final de una era. El fin de nuestro hogar edénico, el fin del mundo antediluviano, el fin del tiempo de gracia.
En el Apocalipsis se encuentran frecuentes referencias a puertas, tales como esta: "Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre: Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre". Apocalipsis 3:7,8
¿De que puerta se trata aquí?
Nada menos que Jesús mismo promete a la amorosa iglesia de Filadelfia que, cuando el abra, la puerta, permanecerá abierta. Nadie la podrá cerrar.
En la profecía, Filadelfia representa la iglesia del despertar evangélico de los siglos XVIII y XIX, cuando la predicación de las buenas nuevas se abrió al mundo, las sociedades misioneras florecían, el evangelio avanzaba y conquistaba nuevas regiones entre los paganos del África, China y la India. Jesús abrió la puerta del evangelio y nadie la pudo cerrar. Aún sigue abierta, pero pronto la incredulidad, la intolerancia, la persecución y la abierta rebelión contra Dios harán que se cierre esa puerta.
Esa puerta abierta del evangelio abrió también la puerta de la gracia, de la justicia y del perdón. Abrió para nosotros las puertas del paraíso y podemos contemplar a través de ella las calles de oro de la Santa Ciudad de Dios. La puerta abierta simboliza también un llamado del Señor para sus hijos de hoy, que viven en la triste etapa de la tibia Laodicea. El espera que su iglesia abandone su indiferencia y su conformidad con el mundo y le invite a entrar: "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo". Apocalipsis 3:20
¿Escuchaste su llamado? ¿Le has invitado a entrar en tu vida? Pronto esta puerta también se cerrará y se dejará oir la sentencia: "El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía". Apocalipsis 22:11
Entonces Jesús vendrá a buscar a aquellos que hayan entrado por la puerta de la justicia ¡Qué momento maravilloso será aquel!
Para ti y para mí está escrita esta promesa: "Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad". Apocalipsis 22:14
¿Nos veremos más allá de la puerta?