“Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos…”, Fil. 1:1
V- VIVE COMO UN SANTO
Es muy común que ciudades, ríos y sitios de importancia reciban nombres de santos: San Luis, Santa Teresa, San Lorenzo. Roma se enorgullece de su Basílica de San Pedro y Londres de su Catedral de San Pablo. ¿Tendríamos la osadía de agregar nuestro nombre a esta lista de personajes admirables y venerables?
Pablo repetidamente se refería a los cristianos como santos. No estaba escribiendo a unas pocas personas, sino a toda la iglesia en Filipos. ¿Cómo puede ser esto?
Nuestra distinción como santos no depende de nuestros actos. Somos llamados santos por el maravilloso sacrificio de Jesucristo. Por su sacrificio, nuestra naturaleza ha sido transformada y nuestra identidad cambiada. Ya no somos pecadores, sino santos.
Las palabras que se usan para “santo” pueden ser traducidas como “aquellos que son llamados”, y se refieren a aquellos que tienen una relación con Dios, que han sido apartadas para sus propósitos.
El Nuevo Testamento aplica el término “santo” a los verdaderos creyentes, incluyendo a los que tienen luchas espirituales. Si usted es un verdadero creyente, Jesucristo lo ha santificado y también usted es un santo; pero quizás, como muchos, sufrimos de una autoimagen distorsionada; no nos vemos a nosotros mismos como santos. Debemos comenzar a vernos como Dios nos ve.
Razones por las cuales hemos sido llamados a ser santos:
1- Porque Dios nos ha justificado en Cristo (Fil. 3:8 y 9): hemos sido perdonados y limpiados por medio del sacrificio de Cristo en la cruz. Dios, al vernos, no ve en nosotros nuestros pecados… ve la pureza, la rectitud y la justicia de Cristo. Mucha gente trata de vivir una vida de rectitud por medio de asistir a algún templo, sinagoga o mezquita. Otros soportan sufrimientos físicos, llevan a cabo peregrinaciones o dan ofrendas. Mas la rectitud humana nunca logrará alcanzar una posición satisfactoria a los ojos de Dios. No importa cuán cultos y refinados hayamos sido antes de ser cristianos, nuestra esencia era pecadora. Ninguna cantidad de buenas obras o educación podría cambiar eso; pero Dios crucificó nuestra naturaleza pecaminosa y nos dio una naturaleza nueva: el carácter de Cristo. Si Dios nos ve como santos, ¿quiénes somos nosotros para vernos de manera diferente?
Continuará…