“Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo”, Gál. 4:7
1- Dios nos escucha cuando oramos (1ª Juan 5:14 y 15): día y noche Dios escucha cada oración nuestra. Tenemos acceso ilimitado a nuestro Creador; la muerte y resurrección de Jesús derribaron la barrera que nos separaba de Dios. cuando hablemos con nuestro Padre, recordemos que la oración incluye escucharlo. Dios nos habla en muchas maneras. Puede ser a través de su Palabra, de circunstancias de nuestra vida, o del consejo de creyentes piadosos; sin embargo, muchas veces es a través de la voz del Espíritu Santo en nuestro corazón
2- Dios mora en nosotros con su Espíritu Santo (Gál. 4:6): nuestro Padre celestial nos dio e Espíritu Santo como un sello de nuestra relación con él (Ef. 1:13 y 14). Él nos ha marcado permanentemente como posesión suya. El Espíritu Santo nos guía y nos da poder; es nuestro consejero, nos da a conocer las cosas de Dios y nos ayuda a orar (Rom. 8:26 y 27)
3- Dios nos ama incondicionalmente (1ª Juan 3:1): el amor de Dios no depende de lo que hacemos. La Biblia revela cuatro aspectos del amor de Dios:
a) Amor incansable (Jer. 31:3)
b) Amor generoso (1ª Juan 4:9 y 10)
c) Amor insondable (Ef. 3:17 – 19)
d) Amor incontenible (Rom. 8:38 y 39)
4- Dios nos disciplina amorosamente (Prov. 3:11 y 12): los hijos de Dios deben experimentar la disciplina; la disciplina es necesaria para madurar y crecer en carácter. La disciplina de Dios es para nuestro bien. Los padres que se interesan por sus hijos los disciplinan (Prov. 13:24). El proceso puede ser doloroso, pero el resultado será un carácter sabio, maduro, afable y agradable a Dios
¡Debiéramos estar muy agradecidos por el privilegio de ser hijos de Dios! ¡Dios quiere que nosotros, sus hijos amados, seamos bendecidos con sus tesoros!
Continuará…