Traigo como tema de hoy Mi Descanso con Cristo.
Las luces de mis espejismos pasaban rápido, alegrando mis sentidos, dejando caminos y sitios hermosos, que se esfumaban en cuanto los observaba. Pero eso no me interesaba, me bastaba con ver su hermosa apariencia, creaba mundos que gritaban lo que yo quería, dejando voces que se levantaban advirtiendo el peligro, esas voces las dejaba atrás. Era mi mundo, el que yo había formado. Las voces de mis ilusiones gritaban halagos, caminos gloriosos que terminaban en la cúspide inalcanzada pero no importaba, solo estaban allí.
Había alcanzado el conocimiento que otros solo soñaban, y estaba integro. Un poco de humildad, pensaba, humildad que realzara aún más mis logros. Había dejado en el camino los que habían ”criticado”, aquellos que se habían atrevido a decir de mi error, ahora ellos seguramente observarían de lejos. Si, era solo seguir corriendo, soñando, muriendo, cayendo en el abismo.
El dolor que aumentaba en mi interior, la soledad de no tenerte sin conocerte, el grito por amarte antes de la muerte, que daría yo por amarte. Pero solo tenía visos de tu nombre, Yo, en mi gran conocimiento, no sabía nada del que era dueño de mi ser, del que producía este dolor en mi corazón, que me llevaba a dejarlo todo por encontrarlo. Una nueva luz llego a mi interior, que rompió en mil pedazos todo mi ser.
Me desnudo violentamente, dejando ver la inmundicia de mi ser, el engaño encubierto por fantasías de dolor, en mi propio diccionario las había llamado dones, pero ahora veía su verdadero color, maldad y dolor, pecado incrustado en mi corazón. Conocí el dolor, la soledad, el arrepentimiento de vivir, dolor del alma en eternidad, que gritaba desconsolada, buscando la muerte, o quizás dejar de ser, solo me detenía que no te vería, ese anhelo ferviente de poder hablarte, de un día contemplarte, el amor de mi vida, aunque no te conocía te adoraba y necesitaba con todo mi ser, Donde estás? En el dolor de la tortura por lo que veía, lo que veía en el espejo que tenía enfrente, tu mano me tomo y me llevo a Cristo, allí encontré descanso.
No había que hacer nada, que lo hubiera hecho, no tenía que mostrar nada, solo dejarlo todo, por primera vez en mi vida estuve quieto, solo estaba allí. No puedo decir que veía, sabía que tú me mirabas, pero yo solo estaba allí, en algún lado cerca de ti, allí quería estar. Allí recibí
perdón, allí nací de nuevo, allí te vi por primera vez. Había llegado a casa, todo perdió sentido y adquirió otro sentido. De mi corazón fluyo llanto de amor, de agradecimiento, de anhelo por expresar mi interior, un anhelo hasta el dolor, pero era un dolor que me sanaba, que producía en mi lo que no entendía, pero sabía que era bueno, tú estabas ahí. Ahora solo vivo para ti, mi corazón encontró el amor de mi vida, el dueño de mis días, a quien mi alma anhela, mi Jesús.
Henry Padilla londoño