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Cuatro palabras





Crear… dejarse llevar por la música de las esferas, profundizar en su canto y vivir más allá de cualquier esperanza adormecida, esto es ser y estar en el presente ahora. Dignificar cada frase escondida en el tierno regazo del corazón y dejarla salir cual artista alfarero o pintor, cuyo lienzo blanco le invita a pintar alejado del mundo sensorial, saber imprimir el detalle interior con la pluma del amor. Crear la desnudez desde la desnudez; encontrar la esencia de cualquier forma en la nueva forma latente pero adormecida; esculpir con nuestro cincel dejando que sean las manos del alma, y sentir la Creación viviendo la sensación del retazo de la nuestra.

Creer… que cualquier más allá está cercano. Impoluta alma nos acoge, enseña y alumbra nuestro caminar, cual sendero es ir hacia ella sin dejarse llevar por ninguna fe temporal de los sentidos. ¿Acaso creer sea estudiar con atención el propio silencio? ¿Acaso caminar sea dejarse llevar por él? ¿Acaso creer sea sentir el interior reinventando cada instante nuestra vida? Porque creer no es esperar a ver la realidad, sino crearla viviendo el presente cual horizonte se vislumbra dentro. Tamaña creencia seríamos los seres humanos, yendo silenciosos al encuentro del silencio, sonriendo la continua Aurora que reza nuestra alma y late nuestro corazón.

Expresar… porque el titubeo proviene de la personalidad, y ella está sumida en el profundo sueño que encierra el verdadero despertar. Expresar la luz del desapego para llegar a la luz de la inmortalidad, donde anida la continuidad llamada conciencia, y ninguna paciencia o temeridad frenará el paso hacia la verdad. Expresar sinceridad y sentir el vuelo interior, cual brisa susurra cuando el propio canto es expresión sin sumisión, lejos de todo arraigo exterior. Expresar y sentir el “Cantar de los Cantares”, la música celestial y cada cual expresión de su única sinfonía, cual viento, hoy brisa mañana tempestad, nos conduce a nuestro sagrado deber: beber y vivir de la misma fuente.

Servir… como parte integrante que nuestro andar nos descubre cual fuego cósmico encendió la Vela Perenne, mecida, atendida y querida desde el amor, la ética y compasión, confundida con la mente pero comprendida con el corazón. Descubrir, para servir, nuestra Vela y vivir su luz sin estertor, lucro o arrogancia. Sonreír regalando desde el corazón lo que los ojos sólo ven como mueca, pero el cosmos canta con fulgor. Sembrar para después regalar el dulce néctar de lo aprendido en la siembra. Servir para descubrir que todos somos uno; servir para vivir que lo sencillo es bello, y discernir que lo complejo sólo existe cuando la mente nos embiste cual caballo desbocado hacia ningún lado.

Compartir la creación, la creencia, la expresión y el servicio es camino hacia el alma.

Emig

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