Eclesiastés 9:11 “Me volví y vi debajo del sol, que ni es de los ligeros la carrera, ni la guerra de los fuertes, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas, ni de los elocuentes el favor; sino que tiempo y ocasión (oportunidad) acontecen a todos”.
Dios determina los tiempos y las oportunidades para cada persona y cada cosa. Dicen que la oportunidad es un tren que pasa una sola vez. Aunque en la Biblia muchas veces Dios se muestra como el Dios de la segunda oportunidad, como en los casos de Jonás y Pedro, lo cierto es que casi siempre hay una sola oportunidad para las cosas decisivas.
La historia de Ester puede ser un buen ejemplo. Una sencilla muchacha bien discipulada por su primo Mardoqueo. Le llegó la oportunidad y no la desaprovechó. Pero… ¿qué oportunidad? ¿La de ser reina y estar llena de privilegios, la de ser admirada por todas las demás mujeres en el reino? No. La de servir a Dios y a su pueblo. Su arrojo, fe, entrega y determinación redundaron en salvación para su pueblo.
“Porque si callas absolutamente en este tiempo, respiro y liberación vendrá de alguna otra parte para los judíos; mas tú y la casa de tu padre pereceréis. ¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?” (Ester 4:14). Dios la había levantado para salvar a su nación.
Nehemías vio la oportunidad de proteger a su pueblo reconstruyendo el muro de Jerusalén. No dudó. Dios lo respaldó y fue una bendición para sus hermanos.
David tuvo su oportunidad cuando visitó a sus hermanos en el valle de Ela. Él bien pudo pensar: Voy a esperar para ver si aparece alguno más capaz que yo para enfrentar a Goliat. No fue así, vio la oportunidad de defender a sus hermanos y la aprovechó. El resultado fue victoria y liberación.
Elías tenía una oportunidad histórica y crucial de mostrar que hay un sólo Dios verdadero. Se jugó delante de Acab, desafió a los profetas de Baal, los venció y cambió la historia de Israel.
Levi, el publicano, tuvo una sola oportunidad de estar ante Jesús y escucharlo decir: Sígueme. Aprovechó la oportunidad, lo siguió y hoy tenemos el Evangelio según San Mateo.
El joven rico también tuvo su oportunidad, pero la desaprovechó. Leemos con tristeza esa parte del evangelio.
Bartimeo, el ciego, tuvo su oportunidad y no la dejó pasar. La mujer que tocó el manto igual, y cientos más en los tiempos de Jesús.
A través de la historia hay oportunidades, algunas solo personales y otras que afectarán a toda una Nación. Algunos la ven y aprovechan, otros la dejan pasar de largo.
Estamos en un tiempo en donde las oportunidades abundan para todos. Oportunidad para testificar de Cristo. Oportunidad de ser sal y luz como nunca antes, ya que la corrupción es mayor que nunca y las tinieblas son más densas. Oportunidad de influenciar a una sociedad que se encuentra en la decepción.
Oportunidad de mostrar que hay una mayoría que quiere que se respeten los valores que han sostenido nuestros mayores por décadas. El respeto a la vida aun antes de nacer, respeto a la propiedad privada, respeto a la palabra empeñada, respeto a la familia, comenzando con el matrimonio entre un hombre y una mujer, como Dios los creó. Respeto a las autoridades comenzando en el hogar, siguiendo en la escuela, el trabajo y en nuestro rol como ciudadanos. Oportunidad de hacer oír nuestras voces para que no se dicten leyes que atenten contra los principios que cuando se abandonaron entró la decadencia moral.
Sigamos, sin prisa pero sin pausa, haciendo brillar como antorcha que alumbra en lugar oscuro a la bendita Palabra de Dios: Fuente de vida. Fuente de salud espiritual, emocional y física. Manantial de luz, vida y esperanza. Todavía hay oportunidad, no la dejemos pasar. Súmese a la inmensa mayoría de hombres y mujeres como Ester, Nehemías, David, Elías, Mateo, y otros en la historia de la iglesia que no desaprovecharon la oportunidad y dejaron huellas profundas en su paso por esta vida pasajera.
Dios determina los tiempos y las oportunidades para cada persona y cada cosa. Dicen que la oportunidad es un tren que pasa una sola vez. Aunque en la Biblia muchas veces Dios se muestra como el Dios de la segunda oportunidad, como en los casos de Jonás y Pedro, lo cierto es que casi siempre hay una sola oportunidad para las cosas decisivas.
La historia de Ester puede ser un buen ejemplo. Una sencilla muchacha bien discipulada por su primo Mardoqueo. Le llegó la oportunidad y no la desaprovechó. Pero… ¿qué oportunidad? ¿La de ser reina y estar llena de privilegios, la de ser admirada por todas las demás mujeres en el reino? No. La de servir a Dios y a su pueblo. Su arrojo, fe, entrega y determinación redundaron en salvación para su pueblo.
“Porque si callas absolutamente en este tiempo, respiro y liberación vendrá de alguna otra parte para los judíos; mas tú y la casa de tu padre pereceréis. ¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?” (Ester 4:14). Dios la había levantado para salvar a su nación.
Nehemías vio la oportunidad de proteger a su pueblo reconstruyendo el muro de Jerusalén. No dudó. Dios lo respaldó y fue una bendición para sus hermanos.
David tuvo su oportunidad cuando visitó a sus hermanos en el valle de Ela. Él bien pudo pensar: Voy a esperar para ver si aparece alguno más capaz que yo para enfrentar a Goliat. No fue así, vio la oportunidad de defender a sus hermanos y la aprovechó. El resultado fue victoria y liberación.
Elías tenía una oportunidad histórica y crucial de mostrar que hay un sólo Dios verdadero. Se jugó delante de Acab, desafió a los profetas de Baal, los venció y cambió la historia de Israel.
Levi, el publicano, tuvo una sola oportunidad de estar ante Jesús y escucharlo decir: Sígueme. Aprovechó la oportunidad, lo siguió y hoy tenemos el Evangelio según San Mateo.
El joven rico también tuvo su oportunidad, pero la desaprovechó. Leemos con tristeza esa parte del evangelio.
Bartimeo, el ciego, tuvo su oportunidad y no la dejó pasar. La mujer que tocó el manto igual, y cientos más en los tiempos de Jesús.
A través de la historia hay oportunidades, algunas solo personales y otras que afectarán a toda una Nación. Algunos la ven y aprovechan, otros la dejan pasar de largo.
Estamos en un tiempo en donde las oportunidades abundan para todos. Oportunidad para testificar de Cristo. Oportunidad de ser sal y luz como nunca antes, ya que la corrupción es mayor que nunca y las tinieblas son más densas. Oportunidad de influenciar a una sociedad que se encuentra en la decepción.
Oportunidad de mostrar que hay una mayoría que quiere que se respeten los valores que han sostenido nuestros mayores por décadas. El respeto a la vida aun antes de nacer, respeto a la propiedad privada, respeto a la palabra empeñada, respeto a la familia, comenzando con el matrimonio entre un hombre y una mujer, como Dios los creó. Respeto a las autoridades comenzando en el hogar, siguiendo en la escuela, el trabajo y en nuestro rol como ciudadanos. Oportunidad de hacer oír nuestras voces para que no se dicten leyes que atenten contra los principios que cuando se abandonaron entró la decadencia moral.
Sigamos, sin prisa pero sin pausa, haciendo brillar como antorcha que alumbra en lugar oscuro a la bendita Palabra de Dios: Fuente de vida. Fuente de salud espiritual, emocional y física. Manantial de luz, vida y esperanza. Todavía hay oportunidad, no la dejemos pasar. Súmese a la inmensa mayoría de hombres y mujeres como Ester, Nehemías, David, Elías, Mateo, y otros en la historia de la iglesia que no desaprovecharon la oportunidad y dejaron huellas profundas en su paso por esta vida pasajera.