Los problemas tienen una voz y nos hablan. Al enfrentar un problema, lo primero que sucederá es mantener un diálogo negativo interno. Por ejemplo, si tu problema es no tener trabajo, las voces internas dirán: “No vas a conseguir”, “A tu edad nadie te contrata”, “No tenés capacidad para conseguir nada bueno”, “Quizás tengas un buen trabajo pero no te pagarán bien.”
El problema quiere paralizar y quitar la esperanza.
Una mujer sin esperanza pierde la capacidad de actuar, dice: “No creo”, “Ya probé todo”, “No tengo fuerzas”, “Estoy vacía”. Y pone en marcha el Síndrome de la Impotencia Aprendida diciendo: “Nada de lo que haga me dará resultado.” Es lo opuesto a la esperanza y se auto convence de que no habrá solución.
¿Cómo salir de los problemas y resolverlos?
1º. No debo perder la esperanza.
Todo problema tiene una solución y debemos encontrarla pero sin esperanza no será posible.
Un pintor muy famoso, al envejecer, tuvo artritis en sus manos y cada vez que tomaba un pincel era muy doloroso para él. Le preguntaron por qué, siendo un hombre ya grande y padeciendo esa enfermedad, seguía pintando y respondió algo impactante: “El dolor se va pero la belleza queda”. Eso es esperanza.
Con esperanza existe la posibilidad de ver la solución.
Un músico muy famoso, Pablo Casals seguía tocando el chelo a pesar de su edad avanzada y que le costaba mucho hacerlo. Una vez le preguntaron por qué seguía practicando siendo ya famoso, y respondió: “Porque creo que estoy mejorando.”
Eso es tener esperanza.
Nunca pierdas la esperanza porque en Jesucristo todo problema tiene solución.
Miguel Ángel estaba pintado la Capilla Sixtina y cada vez que bajaba de ese techo, sólo quería dormir porque estaba muy cansado, pero se angustiaba pensando que no podría levantarse. Durante esos momentos escribía sonetos y, al finalizar uno, asentó: “No sé pintar”.
Pero al día siguiente subía nuevamente la escalera recobrando sus fuerzas cuando iniciaba la tarea.
Nunca perdió la esperanza y aunque el problema le hablaba internamente, no obedeció.
2º. Para los problemas terrenales hay soluciones divinas.
Queremos ver los problemas con códigos terrenales en vez de verlos con códigos celestiales. Creemos que todo lo debemos hacer como lo hicieron nuestros padres, y bajamos a Dios a nuestro problema terrenal; en vez de hacer de Dios una solución lo integramos al problema y pensamos que Dios no pueda hacer algo.
En lugar de ver a Dios como la solución lo vemos como dificultad.
Dios está atento a nuestra súplica para respondernos.
No tengas en tu mente un Dios pequeño, no le restes poder.
Dios es grande y el problema pequeño desaparecerá.
¿Cómo resolvían los conflictos tus mayores?
¿Se angustiaban? ¿Se paralizaban? ¿Se deprimían ante la dificultad económica? ¿Gritaban? ¿Se ponían violentos, con broncas hacia toda la familia porque no sabían descargarlo?
Y si reaccionamos igual es porque somos odres viejos.
Debemos tener en cuenta, que:
A. Hay problemas que debo resolver yo.
Por ejemplo, si la dificultad es por pecar contra Dios sólo con confesarlo, apartarme y ponerme en orden nuevamente delante de Dios se solucionará; pero mientras no me arrepienta el problema seguirá estando.
B. Hay problemas que deben resolver otras personas.
Por ejemplo, si mi problema es legal lo debe resolver un profesional, un abogado.
Si es una enfermedad no se solucionará quedándome en casa sino debo ir al médico.
C. Hay problemas que se resuelven solos.
Nos amargamos, angustiamos y con el paso del tiempo el problema se resuelve solo, porque solamente debía cambiarse algo un poco.
D. Y otros, solamente los resuelve Dios.
Hay problemas tan grandes que ningún recurso natural lo puede resolver, sólo la mano de Dios.
Debemos hablar un lenguaje sobrenatural, el código de Dios.
Si hemos buscado soluciones por un lado y otro, consultado a otras personas y no resolvimos la crisis es porque sólo Dios tiene la respuesta.
Dios tiene nuevas soluciones.
Pasaje clave: Lucas 8:11-15.
(CONTINÚA…)
Por Alejandra Stamateas
El problema quiere paralizar y quitar la esperanza.
Una mujer sin esperanza pierde la capacidad de actuar, dice: “No creo”, “Ya probé todo”, “No tengo fuerzas”, “Estoy vacía”. Y pone en marcha el Síndrome de la Impotencia Aprendida diciendo: “Nada de lo que haga me dará resultado.” Es lo opuesto a la esperanza y se auto convence de que no habrá solución.
¿Cómo salir de los problemas y resolverlos?
1º. No debo perder la esperanza.
Todo problema tiene una solución y debemos encontrarla pero sin esperanza no será posible.
Un pintor muy famoso, al envejecer, tuvo artritis en sus manos y cada vez que tomaba un pincel era muy doloroso para él. Le preguntaron por qué, siendo un hombre ya grande y padeciendo esa enfermedad, seguía pintando y respondió algo impactante: “El dolor se va pero la belleza queda”. Eso es esperanza.
Con esperanza existe la posibilidad de ver la solución.
Un músico muy famoso, Pablo Casals seguía tocando el chelo a pesar de su edad avanzada y que le costaba mucho hacerlo. Una vez le preguntaron por qué seguía practicando siendo ya famoso, y respondió: “Porque creo que estoy mejorando.”
Eso es tener esperanza.
Nunca pierdas la esperanza porque en Jesucristo todo problema tiene solución.
Miguel Ángel estaba pintado la Capilla Sixtina y cada vez que bajaba de ese techo, sólo quería dormir porque estaba muy cansado, pero se angustiaba pensando que no podría levantarse. Durante esos momentos escribía sonetos y, al finalizar uno, asentó: “No sé pintar”.
Pero al día siguiente subía nuevamente la escalera recobrando sus fuerzas cuando iniciaba la tarea.
Nunca perdió la esperanza y aunque el problema le hablaba internamente, no obedeció.
2º. Para los problemas terrenales hay soluciones divinas.
Queremos ver los problemas con códigos terrenales en vez de verlos con códigos celestiales. Creemos que todo lo debemos hacer como lo hicieron nuestros padres, y bajamos a Dios a nuestro problema terrenal; en vez de hacer de Dios una solución lo integramos al problema y pensamos que Dios no pueda hacer algo.
En lugar de ver a Dios como la solución lo vemos como dificultad.
Dios está atento a nuestra súplica para respondernos.
No tengas en tu mente un Dios pequeño, no le restes poder.
Dios es grande y el problema pequeño desaparecerá.
¿Cómo resolvían los conflictos tus mayores?
¿Se angustiaban? ¿Se paralizaban? ¿Se deprimían ante la dificultad económica? ¿Gritaban? ¿Se ponían violentos, con broncas hacia toda la familia porque no sabían descargarlo?
Y si reaccionamos igual es porque somos odres viejos.
Debemos tener en cuenta, que:
A. Hay problemas que debo resolver yo.
Por ejemplo, si la dificultad es por pecar contra Dios sólo con confesarlo, apartarme y ponerme en orden nuevamente delante de Dios se solucionará; pero mientras no me arrepienta el problema seguirá estando.
B. Hay problemas que deben resolver otras personas.
Por ejemplo, si mi problema es legal lo debe resolver un profesional, un abogado.
Si es una enfermedad no se solucionará quedándome en casa sino debo ir al médico.
C. Hay problemas que se resuelven solos.
Nos amargamos, angustiamos y con el paso del tiempo el problema se resuelve solo, porque solamente debía cambiarse algo un poco.
D. Y otros, solamente los resuelve Dios.
Hay problemas tan grandes que ningún recurso natural lo puede resolver, sólo la mano de Dios.
Debemos hablar un lenguaje sobrenatural, el código de Dios.
Si hemos buscado soluciones por un lado y otro, consultado a otras personas y no resolvimos la crisis es porque sólo Dios tiene la respuesta.
Dios tiene nuevas soluciones.
Pasaje clave: Lucas 8:11-15.
(CONTINÚA…)
Por Alejandra Stamateas