“Entonces el rey Nabucodonosor se espantó, y se levantó apresuradamente y dijo a los de su consejo: ¿No echaron a tres varones atados dentro del fuego? Ellos respondieron al rey: Es verdad, oh rey. Y él dijo: He aquí yo veo cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego sin sufrir ningún daño; y el aspecto del cuarto es semejante a hijo de los dioses”, Daniel 3:24 y 25
“No fuimos 33, sino 34; Dios está con nosotros”, escribió en una de sus cartas Jimmy Sánchez, el minero más joven del grupo que fue el quinto en salir a la superficie. Otra de las cartas de los mineros que llegó a sus familiares los días previos al rescate, aseguraba que “el número 34 estuvo con nosotros desde el principio”. La milagrosa epopeya de los mineros chilenos, que estuvieron más de dos meses cautivos en las profundidades de la tierra, se encuentra llena de señales divinas que recuerdan la presencia de Cristo en este rescate, como una fuerza unificadora que mueve montañas.
Bajo el liderazgo espiritual del evangélico José Henríquez, durante su cautiverio involuntario el grupo se amparaba en la seguridad de que Dios estaba con ellos, lo que les dio fortaleza y esperanza durante los 69 días que permanecieron atrapados en la mina. No en vano, a su salida cada uno de los rescatados emergieron con una camisa que en el frente decía “Gracias Señor”, mientras en la parte trasera se leía “De Él sean la gloria y la honra”, así como la cita del Salmo 95:4, “Porque en Su mano están las profundidades de la tierra, y las alturas de los montes son suyas”.
La noche del 12 de octubre la mina San José entró a la historia de Chile y el mundo. A las 23:19 (hora chilena) después de un largo proceso de ajustes técnicos, Manuel González, el experto en rescates, iniciaba el descenso por el ducto que se realizó con la perforadora. “Ve en el nombre del Señor”, le dijo a González uno de los técnicos cuando comenzaba el descenso; 16 minutos después la cápsula tocaba fondo. Casi una hora más tarde se inició el ascenso.
La fotografía del minero apuntando al cielo y vistiendo una playera en la que estaba inscrito “¡Gracias Señor!” le dio la vuelta al mundo. Minutos después el presidente chileno se dirigía al mundo diciendo: “En primer lugar, quiero agradecer a Dios porque sin Él esto no hubiera sido posible”, dijo Piñera embargado por la emoción.
“No fuimos 33, sino 34; Dios está con nosotros”, escribió en una de sus cartas Jimmy Sánchez, el minero más joven del grupo que fue el quinto en salir a la superficie. Otra de las cartas de los mineros que llegó a sus familiares los días previos al rescate, aseguraba que “el número 34 estuvo con nosotros desde el principio”. La milagrosa epopeya de los mineros chilenos, que estuvieron más de dos meses cautivos en las profundidades de la tierra, se encuentra llena de señales divinas que recuerdan la presencia de Cristo en este rescate, como una fuerza unificadora que mueve montañas.
Bajo el liderazgo espiritual del evangélico José Henríquez, durante su cautiverio involuntario el grupo se amparaba en la seguridad de que Dios estaba con ellos, lo que les dio fortaleza y esperanza durante los 69 días que permanecieron atrapados en la mina. No en vano, a su salida cada uno de los rescatados emergieron con una camisa que en el frente decía “Gracias Señor”, mientras en la parte trasera se leía “De Él sean la gloria y la honra”, así como la cita del Salmo 95:4, “Porque en Su mano están las profundidades de la tierra, y las alturas de los montes son suyas”.
La noche del 12 de octubre la mina San José entró a la historia de Chile y el mundo. A las 23:19 (hora chilena) después de un largo proceso de ajustes técnicos, Manuel González, el experto en rescates, iniciaba el descenso por el ducto que se realizó con la perforadora. “Ve en el nombre del Señor”, le dijo a González uno de los técnicos cuando comenzaba el descenso; 16 minutos después la cápsula tocaba fondo. Casi una hora más tarde se inició el ascenso.
La fotografía del minero apuntando al cielo y vistiendo una playera en la que estaba inscrito “¡Gracias Señor!” le dio la vuelta al mundo. Minutos después el presidente chileno se dirigía al mundo diciendo: “En primer lugar, quiero agradecer a Dios porque sin Él esto no hubiera sido posible”, dijo Piñera embargado por la emoción.