“No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús”
Fil. 3:12
¿En qué momento de la vida te encuentras? Quizás estás frente a una de esas encrucijadas en la que tienes que decidir sobre tu futuro, el de tus hijos, tu trabajo o tu vida espiritual. En esta vida muchos miden el éxito o el fracaso de una persona dependiendo del automóvil, la casa o el dinero que tienen. Quién no ha ido manejando por una carretera y se encuentra ante dos letreros que muestran dos caminos diferentes y no sabe por cual ir: esa es una encrucijada.
Éxito es el acto de alcanzar algo, de lograr, de obtener resultados. Puede ser desde algo tan sencillo como cocinar un pastel, hasta ganar una guerra; puede ser el tocar una pieza de música o el escribir un libro.
Esto también se aplica a nuestra vida espiritual; hay momentos en los que alcanzamos algo, obtenemos alguna victoria y nos gozamos por ello. Sin embargo, el éxito no necesariamente nos garantiza la bendición de Dios y no necesariamente es esencial para darnos a entender que la mano de Dios está en lo que hacemos. Hoy en día hay demasiado énfasis en el tamaño de las cosas, en conseguir títulos o bienes. El tamaño de algo es una señal incierta de las bendiciones de Dios o del éxito porque si así fuera, una vaca sería más exitosa que un conejo.
Veamos el estilo exitoso de Jesucristo: nació en un humilde hogar, se crió en un oficio que practicó por algunos años, no tuvo logros académicos; luego desaparece de la escena pública por algunos días y llega el momento de comenzar su ministerio y en vez de buscar un gran terreno, de edificar un gran edificio o de comenzar a reunir grandes multitudes prefirió seleccionar a doce hombres y por más de tres años les ministró eficientemente. Nunca estuvo apurado, nunca se llenó de pánico ni se preocupó por el tamaño de la congregación de sus seguidores, nunca se decepcionó por los pocos ni se infló por los muchos que le seguían. Dedicó su vida a doce hombres: era un plan sencillo, Jesucristo modeló la verdad en ellos.
Esa era su estrategia para el éxito, ¡Predicar el evangelio! Jesucristo impactó el pensamiento y la vida de la gente con las verdades que hablaba, y ellos seguían viniendo y viniendo y pronto eran una gran multitud.
¿Estás contento con lo que estás haciendo?
¿Estás contento con el éxito alcanzado?
¿Persistes en hacer o lograr más cosas, pero al mismo tiempo tienes gratitud por lo que ya has logrado? ¿Estás satisfecho en el punto en el que te encuentras?
Pero, ¿y si nada está ocurriendo?
¿Sigues contento con Jesucristo y le alabas?
Recuerda, debemos estar agradecidos por estar haciendo todo lo que debemos hacer.
¡Eso es éxito!