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«Debemos someternos a nuestras autoridades»


“Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas”, Rom. 13:1

Dios es un Dios de orden y ha establecido jerarquías y líneas de autoridad para que funcionemos mejor en todas las áreas de nuestra vida. Algunas de esas áreas son las siguientes:

1- En el mundo: (1ª Pe. 2:13 y 14), Dios es el origen de todas las autoridades del universo. Ellas representan su autoridad. Dios estableció este sistema de autoridad para manifestarse. Cada vez que la gente se encuentra con la autoridad se encuentra con Dios. Los que han sido establecidos por Dios deben ejercer la autoridad como representantes suyos, y nosotros debemos obedecerles. No hay autoridad sino de parte de Dios; por tanto, a nosotros no nos corresponde criticar al gobierno o la policía.
2- En la familia: (Ef. 5:22 – 24; 6:1 – 3; Col. 3:18, 20 y 22), también Dios ha establecido su autoridad en el hogar. Una vez que los miembros de una familia vean la autoridad desaparecerán muchos conflictos en el hogar. Dios ha puesto al marido por autoridad delegada por Cristo. Así mismo, son los padres la autoridad delegada por Dios sobre los hijos.
3- En el trabajo: (Ef. 6:5 – 7; 1ª Tim. 5:17; 1ª Cor. 16:15 y 16), Dios pone en la iglesia autoridades como los pastores y los ancianos. Ellos son las personas a quienes todos deben obedecer. Mucha gente argumenta: “¿Y si la autoridad es injusta?”. La respuesta es: si Dios se arriesga a confiarle su autoridad a los hombres, podemos arriesgarnos a obedecer. Si el que ejerce la autoridad es justo o injusto, no nos importa. Los obedientes sólo tienen que obedecer. El Señor hará responsable a su autoridad delegada por cualquier acción errónea.

Resumen: la parábola de Luc. 20:9 – 16 trata con el tema de la autoridad delegada. Dios envió tres veces a sus siervos y la 4ª vez envió a su Hijo. Todos estos eran delegados suyos, enviados para ver si sus inquilinos se sujetarían a sus autoridades delegadas. Si nos sometemos a la autoridad de Dios, debemos someternos también a su autoridad delegada. La única excepción a esto la vemos en Hech. 5:29, cuando Pedro y los demás apóstoles respondieron al consejo judío que les prohibió enseñar en el nombre de Jesús (era una situación especial).

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