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FIDELIDAD EXTREMA (2 de 10)

RECABITAS, FIELES EN LOS PRINCIPIOS

“Palabra de Jehová que vino a Jeremías en días de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, diciendo: Ve a casa de los recabitas y habla con ellos, e introdúcelos en la casa de Jehová, en uno de los aposentos, y dales a beber vino”. (Jeremías 35:1,2)
Extraño encargo para un profeta, ¿verdad?
Pero la singular orden de Dios tenía un propósito, que se comprende mejor al conocer las circunstancias en que fue dada.  
“Tomé entonces a Jaazanías hijo de Jeremías, hijo de Habasinías, a sus hermanos, a todos sus hijos, y a toda la familia de los recabitas;  y los llevé a la casa de Jehová... Y puse delante de los hijos de la familia de los recabitas tazas y copas llenas de vino, y les dije: Bebed vino. Mas ellos dijeron: No beberemos vino; porque Jonadab hijo de Recab nuestro padre nos ordenó diciendo: No beberéis jamás vino vosotros ni vuestros hijos; ni edificaréis casa, ni sembraréis sementera, ni plantaréis viña, ni la retendréis; sino que moraréis en tiendas todos vuestros días, para que viváis muchos días sobre la faz de la tierra donde vosotros habitáis. Y nosotros hemos obedecido a la voz de nuestro padre Jonadab hijo de Recab en todas las cosas que nos mandó”. Jeremías 35:3-8
¿Quiénes eran estas personas tan singulares?
El clan de los recabitas vivía fuera de Jerusalén, pero habían huido a la ciudad para protegerse de la invasión babilónica. Se nos dice que: “El progenitor de esta familia había sido Jonadab, quien vivió en tiempos de Jehú, rey de Samaria (841-814 a. C.), unos 240 años antes de esta fecha”. (Com. Bíblico Adventista Pág. 36 - ed. electrónica)
Es decir que continuaban siendo fieles al mandato de su antecesor ¡por más de dos siglos!
Si esta historia sucediera hoy mismo, quizás oiríamos a los miembros de nuestra familia - o de nuestra iglesia, para el caso - diciendo:
  • ¿Hasta cuando vamos a seguir con lo mismo..?
  • El viejo seguramente estaba chocho cuando aconsejó eso...
  • No hay que andar fijándose en pequeñeces de ese tipo...
  • Hay que adaptarse a los tiempos...
O algunas otras cosas por el estilo.
Nuestra sociedad posmoderna tildaría a ese grupo como fanáticos que se quedaron en el tiempo; una especie de cavernícolas bíblicos.
Sin embargo, Dios los honró, colocándolos como ejemplo de fidelidad ante el rebelde Israel de sus días: “Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Ve y di a los varones de Judá, y a los moradores de Jerusalén: ¿No aprenderéis a obedecer mis palabras? dice Jehová. Fue firme la palabra de Jonadab hijo de Recab, el cual mandó a sus hijos que no bebiesen vino, y no lo han bebido hasta hoy, por obedecer al mandamiento de su padre; y yo os he hablado a vosotros desde temprano y sin cesar, y no me habéis oído”. (vers. 13,14)
Obviamente, tal lealtad al mandato de su padre no llegó por casualidad. Cada miembro de la familia debía ser instruido en esos principios, cada madre, padre y miembro del clan debía conocerlos, enseñarlos  y ejemplificarlos, cada quien debía además incorporarlos a su vida en forma personal.
Lo mismo vale para hoy. Ningún desobediente alcanzará jamás la vida eterna, nadie que deseche algún mandamiento, por pequeño que parezca, puede pretender morar en el cielo, donde todo ser vive en continua y gozosa obediencia a los mandatos del Señor. Cualquier pretensión en ese sentido nos convierte automáticamente en mentirosos (1º Juan 2:4).
Obedecer no nos salva, pero nadie será salvo sin obediencia. La lealtad a sus mandamientos es la prueba suprema de que pertenecemos al pueblo de Dios. “Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús”. (Apocalipsis 14:12)
Todos lo que atraviesen las puertas de perlas de la Nueva Jerusalén, entrarán a ella como vencedores, habiendo obedecido por medio de la fe  todo mandamiento conocido de Dios.
La fidelidad reclama obediencia, sin ella no puede existir. La obediencia nacida de la fe se constituye pues en el componente esencial para recibir las bendiciones divinas.
“Y dijo Jeremías a la familia de los recabitas: Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Por cuanto obedecisteis al mandamiento de Jonadab vuestro padre, y guardasteis todos sus mandamientos, e hicisteis conforme a todas las cosas que os mandó; por tanto, así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: No faltará de Jonadab hijo de Recab un varón que esté en mi presencia todos los días” (vers. 18,19)
Si de veras queremos estar en la presencia de Jesús para siempre, necesitamos considerar este factor como indispensable en nuestra experiencia con el Señor.
Es necesario entender que fuimos “elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo” (1º Pedro 1:2).  

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