Ir al contenido principal

FIDELIDAD EXTREMA (5 de 10)

ABRAHAM, AMIGO DE DIOS
“Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios”. (Santiago 2:23; ver Isaías 41:8)
Mi abuelo Pedro gustaba referirse a los personajes célebres de su tiempo, - a los que escuchaba en su vieja radio de onda corta -, como si fueran sus amigos. Lo hacía tal vez para despertar en mí el interés por los sucesos mundiales. Solía decir por ejemplo: “mi amigo Winston Churchill...”, para luego iniciar un largo discurso sobre política internacional.
Pero aquí vemos a alguien que fue llamado amigo por Dios mismo. Fue tan sobresaliente que los ángeles lo aplaudieron.
Sin embargo, para sus contemporáneos él era un tipo raro. Adorador de un Dios invisible, iba sembrando altares por toda Canaán. Se llamaba “Padre de Multitudes” pero era ya viejo y no tenía hijos. Era rico pero no codicioso, poderoso pero humilde de corazón, sabio pero no orgulloso.
De todos los grandes personajes de la Biblia, es el único que mereció el calificativo de “amigo de Dios”. Esto es algo extraordinario. Pensemos por un momento en lo que implica.
Es cierto que Dios nos ofrece su amistad a todos por igual; pero tal como sucede en las relaciones humanas (ya sea por gusto, afinidad o lo que fuere), ese ofrecimiento no suele hallar eco en toda persona. Únicamente unos pocos responden a su atractivo y aceptan su amistad; menos todavía alcanzan la intimidad necesaria para ser catalogados como “amigos íntimos”.
Y lo que hizo Abraham por esa amistad es increíblemente asombroso, porque se le pidió algo que supera la lógica humana: la inmolación de su propio hijo.
Un triste día recibió la sorpresiva orden divina de ofrecer en holocausto a Isaac, su hijo más amado, que sería -según lo había dicho el Señor- el principio de multitud de descendientes.
Lo había esperado por 25 años, lo había visto nacer, crecer y convertirse en un maravilloso jovencito que era su orgullo y felicidad. Y ahora tendría que matarlo...
¿Cómo era posible? 
¿No estaría Dios equivocado? 
¿Qué pasó con el mandamiento de “no matarás”...?
Cualquier mente racional dudaría de los propósitos divinos y Satanás debió haber presionado mucho a este héroe de la fe para que desobedeciera. Entonces sucedió lo que llenó de admiración tanto a los ángeles como a los demonios.
Casi en cámara lenta, pero con firmeza, Abraham obedeció la voz su Señor, casi sin pronunciar palabra. Esperaba que lo que iba a hacer no fuera visto por nadie, tan terrible le parecía. Pero lo que él no sabía, y frecuentemente solemos olvidar, es que todo el cielo estaba mirando, como lo dice la siguiente cita:
“Los seres celestiales fueron testigos de la escena en que se probaron la fe de Abraham y la sumisión de Isaac. La prueba fue mucho más severa que la impuesta a Adán. La obediencia a la prohibición hecha a nuestros primeros padres no extrañaba ningún sufrimiento; pero la orden dada a Abraham exigía el más atroz sacrificio. Todo el cielo presenció, absorto y maravillado, la intachable obediencia de Abraham. Todo el cielo aplaudió su fidelidad”. (Patriarcas y Profetas Página 155)
¿Te han aplaudido alguna vez? No importa en que estadio o plaza alguien haya recibido aplausos; nadie como Abraham que se llevó la aprobación de todo el resto del universo.
Si hubieramos estado allí y comprendido lo que implicaba su sacrificio, también hubiéramos aplaudido. Su tremendo ejemplo de lealtad escapa a nuestra comprensión moderna, tan habituada a justificar el abandono de todo deber penoso.
La voz de Dios era tan familiar para Abraham que no dudó en responder, aunque su corazón sangrara por la magnitud de la demanda divina.
Por eso, Dios lo llamó amigo. A nosotros también se nos concede el mismo privilegio, si estamos dispuestos a mostrar la misma fidelidad y obediencia:
“Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer”. (Juan 15:14,15)

Entradas populares de este blog

«Sumergidos en Su presencia»

“Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz”, Rom. 8:6 Para poder vivir una vida sobrenatural debemos mantenernos sumergidos en Su presencia. Pero si analizamos nuestra vida y nos ponemos a ver nuestra rutina de trabajo, nuestras deudas, las luchas diarias, ¿es esto vivir sumergidos en su presencia? ¿Por qué? Se nos olvida que como creyentes tenemos algo de mayor significado que cualquier cosa que el mundo pueda ofrecer: ¡las riquezas de la gloria de Dios en esta vida y en la futura! Si logramos comprender esto, NUNCA volveremos a ser los mismos. La llave para vivir la vida sobrenatural es la FE. Actuar por fe es el único camino a la vida sobrenatural (Romanos 5:1 y 2; Hebreos 11:6). Todos tenemos una fe natural; es la fe que mostramos en las cosas ordinarias que hacemos. La fe natural es necesaria para vivir la vida física; pero la Biblia habla de la fe espiritual como “…la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”, (Hebr...

«Corazones agradables a Dios» 1

“…a éste lo envió Dios como gobernante y libertador por mano del ángel que se le apareció en la zarza”, Hech. 7:35   Tener la revelación de Dios en nuestra vida es sumamente importante. La falta de vocación y la ausencia de revelación , son los principales problemas para la plena realización de cualquier disciplina o trabajo. La vocación es una especie de iluminación interna . Dios nos ha dado una vocación para desarrollar algo en especial; algunos de una manera, otros de otra. El que no tiene vocación para una disciplina no tendrá éxito en lo que emprenda, sea en lo humano o en lo espiritual. No sólo la vocación y la revelación son importantes, también es necesaria la preparación . La Biblia habla de grandes hombres de fe que tuvieron éxito en sus vidas. Así, nosotros no lograremos el éxito si en primer lugar no somos los hombres o las mujeres para esa determinada función que estemos realizando. ¿Desde cuándo anhelamos el éxito? ¿Lo hemos alcanzado? Tenemos que retomar primero la i...

“El hombre del estanque”

“… ¿Quieres ser sano?”, Juan 5:6   El estanque de Betesda quedaba por el mercado de las ovejas; la explicación probable al movimiento del agua que ahí tenía lugar es que por debajo del mismo había una corriente de agua que de vez en cuando se agitaba y movía las aguas. La tradición judía atribuía a un ángel el que las aguas se agitaran y que la primera persona que entrara al estanque después de la agitación de las aguas, quedaría curada de cualquier enfermedad. Para el hombre de la historia (Juan 5:1 – 18) , era poco probable que por su enfermedad alguna vez llegara a ser el primero en entrar al estanque después de que se hubieran agitado las aguas. Además, no tenía a nadie que lo ayudara a entrar. Jesús no dio a este hombre una conferencia acerca de la superstición de esperar hasta que se agitaran las aguas. El único deseo de Jesús era sanarlo. Por otro lado, la larga enfermedad del hombre era un rasgo sobresaliente y significativo: treinta y ocho años de enfermedad indicaba desesper...