“Y toda alma viviente que nadare por dondequiera que entraren estos dos ríos, vivirá; y habrá muchísimos peces por haber entrado allá esta agua, y recibirán sanidad; y vivirá todo lo que entrare en este río”, Ez. 47:9
El pasaje más completo en lo que se refiere al Río de Dios lo tenemos en Ezequiel 47:1 – 12; ahí encontramos lo siguiente:
1- El río se inicia en el Templo (v. 12): está hablando del santuario o casa de Dios. Nosotros somos templo de Dios y su habitación. La fuente que Cristo coloca en nosotros (Juan 4:14) no es un tanque de almacenaje o una cisterna. Es un manantial que corre constantemente porque Él vive en nosotros y fluye a través de nosotros. NO somos la fuente, sino que la fuente está en nosotros.
2- Niveles de agua (v. 3 a 5): inicia con un arroyo, luego hasta los tobillos, las rodillas, la cintura, hasta que hay agua suficiente para nadar y sumergirse. Algunos interpretan esto a) como diferentes puntos de la historia; b) otros como niveles de madurez individual, dependiendo de nuestro andar con el Señor; c) otros creen que se refieren a verdades espirituales en las que debemos andar; d) otra suposición es que representa diferentes etapas del avivamiento de una persona.
3- La dirección del río (v. 8): el Arabá significa “tierra seca o desierto” y se refiere a la condición muerta en la que se encuentra el mundo. El mar es el Mar Muerto que corresponde a la humanidad caída, ahí llega la vida y la sanidad.
Receta para el avivamiento:
La mayoría de nosotros preferimos las cosas fáciles e instantáneas, pero no nos gustan los procesos porque necesitan de trabajo y tiempo. El avivamiento es un proceso. Este proceso involucra:
a) ARREPENTIMIENTO: ninguno de nosotros somos perfectos, la Gracia de Dios la convertimos en una licencia, la Santidad en legalismo, el Poder en sensacionalismo. Necesitamos arrepentirnos constantemente.
b) LIMPIEZA: al sumergirnos en el río, nuestras debilidades son expuestas y necesitamos ser limpiados.
c) DESECHAR MÉTODOS HUMANOS: fácilmente intentaremos hacer cualquier cosa para saltarnos el proceso y obtener el fruto que se pueda medir en “éxito”. Nuestros métodos son naturales e impedirán que el río de Dios fluya hasta que los desechemos y nos elevemos por encima de las capacidades humanas y permitamos al Espíritu Santo planear las estrategias.