“Y Jabes fue más ilustre que sus hermanos, al cual su madre llamó Jabes, diciendo: por cuanto lo di a luz en dolor. E invocó Jabes al Dios de Israel, diciendo: ¡Oh, si me dieras bendición, y ensancharas mi territorio, y si tu mano estuviera conmigo, y me libraras de mal, para que no me dañe! Y le otorgó Dios lo que pidió”, 1ª Crónicas 4:9 y 10
Y ME LIBRARAS DEL MAL, PARA QUE NO ME DAÑE (v. 10d): después de pedir y recibir las bendiciones de Dios, de haber recibido influencia y poderío, no podemos imaginar a alguien con la mano de Dios sobre él pidiendo ser guardado del mal. La última petición de Jabes es una estrategia para conservar la existencia plena de bendiciones. A medida que trascendemos lo ordinario y comenzamos a movernos en un territorio nuevo, estamos invadiendo el terreno del enemigo.
Debemos suplicar el auxilio sobrenatural para ser protegidos. Sabemos que los triunfos traen consigo mayores oportunidades de fracaso, porque tienden a embotar nuestros sentidos y dar lugar a la presunción. Mientras más victorias obtengamos, mayor necesidad tendremos de la oración final de Jabes, porque van a venir más ataques y necesitamos discernir cada uno de los dardos de fuego del maligno: distracciones, obstáculos, opresión.
Después de una victoria espiritual es cuando más necesitamos orar por protección, para que se nos guarde del mal. Uno de los errores es que casi todos los cristianos oramos solamente por fortaleza para soportar las tentaciones. Sin embargo, Jesús enseñó a sus discípulos: “Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal” (Mat. 6:13). Dios quiere que le pidamos bendiciones, territorio y poder; pero también que le pidamos ser guardados a salvo del mal. Alguien dijo: “El mayor peligro no es estar al borde del precipicio, sino el no estar alerta”. Por medio de Cristo podemos vivir de triunfo en triunfo, no en tentación ni derrota.
Y LE OTORGÓ DIOS LO QUE PIDIÓ (v. 10e): nuestro reto es implementar en nuestra vida diaria la oración de Jabes. Un buen plan para hacerlo sería: orar la oración de Jabes todas las mañanas, mantener un registro de los cambios en nuestra vida, sobre todo de las “citas divinas” y de las nuevas oportunidades, y pronunciar la oración de Jabes por nuestra familia, amigos e iglesia.
Conclusión: a medida que lo hagamos, se pondrán en movimiento un ciclo de bendiciones; vendrá entonces un crecimiento ilimitado: clamaremos y recibiremos más bendición, más territorio, más poder y más protección. A medida que el ciclo se repite nos estaremos moviendo hacia esferas más amplias de bendición. Llegará el día que estaremos tan abrumados con la gracia de Dios, que estaremos seguros que Él ha abierto los depósitos del cielo, y esto se repetirá durante nuestra vida. Lo único que puede interrumpir este ciclo de vida abundante es el pecado. Adentrémonos en la presencia de Dios: Él tiene mucho aun para nosotros y nuestra familia.
Y ME LIBRARAS DEL MAL, PARA QUE NO ME DAÑE (v. 10d): después de pedir y recibir las bendiciones de Dios, de haber recibido influencia y poderío, no podemos imaginar a alguien con la mano de Dios sobre él pidiendo ser guardado del mal. La última petición de Jabes es una estrategia para conservar la existencia plena de bendiciones. A medida que trascendemos lo ordinario y comenzamos a movernos en un territorio nuevo, estamos invadiendo el terreno del enemigo.
Debemos suplicar el auxilio sobrenatural para ser protegidos. Sabemos que los triunfos traen consigo mayores oportunidades de fracaso, porque tienden a embotar nuestros sentidos y dar lugar a la presunción. Mientras más victorias obtengamos, mayor necesidad tendremos de la oración final de Jabes, porque van a venir más ataques y necesitamos discernir cada uno de los dardos de fuego del maligno: distracciones, obstáculos, opresión.
Después de una victoria espiritual es cuando más necesitamos orar por protección, para que se nos guarde del mal. Uno de los errores es que casi todos los cristianos oramos solamente por fortaleza para soportar las tentaciones. Sin embargo, Jesús enseñó a sus discípulos: “Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal” (Mat. 6:13). Dios quiere que le pidamos bendiciones, territorio y poder; pero también que le pidamos ser guardados a salvo del mal. Alguien dijo: “El mayor peligro no es estar al borde del precipicio, sino el no estar alerta”. Por medio de Cristo podemos vivir de triunfo en triunfo, no en tentación ni derrota.
Y LE OTORGÓ DIOS LO QUE PIDIÓ (v. 10e): nuestro reto es implementar en nuestra vida diaria la oración de Jabes. Un buen plan para hacerlo sería: orar la oración de Jabes todas las mañanas, mantener un registro de los cambios en nuestra vida, sobre todo de las “citas divinas” y de las nuevas oportunidades, y pronunciar la oración de Jabes por nuestra familia, amigos e iglesia.
Conclusión: a medida que lo hagamos, se pondrán en movimiento un ciclo de bendiciones; vendrá entonces un crecimiento ilimitado: clamaremos y recibiremos más bendición, más territorio, más poder y más protección. A medida que el ciclo se repite nos estaremos moviendo hacia esferas más amplias de bendición. Llegará el día que estaremos tan abrumados con la gracia de Dios, que estaremos seguros que Él ha abierto los depósitos del cielo, y esto se repetirá durante nuestra vida. Lo único que puede interrumpir este ciclo de vida abundante es el pecado. Adentrémonos en la presencia de Dios: Él tiene mucho aun para nosotros y nuestra familia.