Esta es la exhortación que el apóstol Pablo hizo a los cristianos de Galacia en el siglo I de nuestra era. Y por supuesto es válida para nosotros también: “No nos cansemos pues, de hacer bien; porque a su tiempo cosecharemos, si no nos desanimamos”
Todos lo sabemos, cristianos o no; cuán fácil es desanimarse y dejar de hacer lo correcto. Porque no siempre la gente reconoce el sacrificio, porque no siempre somos recompensados, porque en muchas ocasiones, aún haciendo lo bueno, nos va mal; y al que hace mal, pareciera irle mejor. Porque la justicia humana no es justa y la divina no se manifiesta: como si a Dios le daría lo mismo. Requiere de esfuerzo y valentía mantenerse durante años haciendo lo justo y lo honesto, porque se tiene que luchar contra los propios deseos, la presión de la gente, del sistema, y de las fuerzas del mal. Por supuesto, no es fácil ir contra la corriente de una sociedad que aprecia cada vez menos los valores de vida. Entender y recordar el principio de “la siembra y la cosecha” nos ayudará a perseverar en nuestra determinación de hacer el bien.
Y precisamente por ese tiempo de espera es que el desánimo asecha. No sabemos esperar. Nos olvidamos que al igual que sucede con las semillas, así es en la vida. No es lo mismo sembrar maíz que cacao. Con el primero se cosechará a los meses. Con el otro habrá que esperar unos años. Pero así como los agricultores esperan con paciencia, perseverando en el cuidado de sus sembríos, de la misma manera debemos perseverar en hacer lo bueno. A veces recibiremos retribución casi de inmediato. En otras, nos irá bien luego de unos años. En algunos casos, sólo cuando Cristo regrese. Lo importante es perseverar. Pues el agricultor que abandona sus sembríos pierde su cosecha.
Confiemos. Perseveremos. Unámonos. Nuestra nación, nuestras familias, requieren que seamos hombres y mujeres que siembran el bien sin cansarse. Dios nos ayudará. Él también nos recompensará. “Así que, según tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, y en especial a los de la familia de la fe.”
*Carta a los Gálatas cap.6:7-10
Todos lo sabemos, cristianos o no; cuán fácil es desanimarse y dejar de hacer lo correcto. Porque no siempre la gente reconoce el sacrificio, porque no siempre somos recompensados, porque en muchas ocasiones, aún haciendo lo bueno, nos va mal; y al que hace mal, pareciera irle mejor. Porque la justicia humana no es justa y la divina no se manifiesta: como si a Dios le daría lo mismo. Requiere de esfuerzo y valentía mantenerse durante años haciendo lo justo y lo honesto, porque se tiene que luchar contra los propios deseos, la presión de la gente, del sistema, y de las fuerzas del mal. Por supuesto, no es fácil ir contra la corriente de una sociedad que aprecia cada vez menos los valores de vida. Entender y recordar el principio de “la siembra y la cosecha” nos ayudará a perseverar en nuestra determinación de hacer el bien.
El apóstol Pablo dijo: “…todo lo que el hombre sembrare, eso también cosechará.” Si sembramos para el Espíritu, cosecharemos vida (y vida eterna). Si sembramos para lo malo, lo deshonesto, lo pecaminoso, cosecharemos corrupción. Y esto, por ser un principio universal, se aplica a lo personal, familiar, a la sociedad. Se cumple en jóvenes y viejos, cristianos o no. Es la ley de la vida. Nadie pude escaparse de ella. Sólo es cuestión de tiempo.
Y precisamente por ese tiempo de espera es que el desánimo asecha. No sabemos esperar. Nos olvidamos que al igual que sucede con las semillas, así es en la vida. No es lo mismo sembrar maíz que cacao. Con el primero se cosechará a los meses. Con el otro habrá que esperar unos años. Pero así como los agricultores esperan con paciencia, perseverando en el cuidado de sus sembríos, de la misma manera debemos perseverar en hacer lo bueno. A veces recibiremos retribución casi de inmediato. En otras, nos irá bien luego de unos años. En algunos casos, sólo cuando Cristo regrese. Lo importante es perseverar. Pues el agricultor que abandona sus sembríos pierde su cosecha.
Confiemos. Perseveremos. Unámonos. Nuestra nación, nuestras familias, requieren que seamos hombres y mujeres que siembran el bien sin cansarse. Dios nos ayudará. Él también nos recompensará. “Así que, según tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, y en especial a los de la familia de la fe.”
*Carta a los Gálatas cap.6:7-10