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El Mito de Jesús Sentado en los Laureles

“Mira”, dijo Dan mientras movía la cabeza, «no me vengas a decir que uno que vivió hace 2000 años y que se pasaba la mayor parte del tiempo paseando, sentado en sus laureles, vestido de bata blanca y contando historias, va a cambiar mi vida hoy». Luego puso el brazo sobre su hombro indicándole la salida.

«Ahora no tengo tiempo», continuó. «Yo creo que esta “onda” de Jesús está bien para las mujeres y los niños que les gusten las historias y hasta quizá obtengan algún provecho de ellas… Pero, ¿para mí? No lo creo. Jesús no tiene nada que ver con una persona que anda con el tiempo contado y tan agitado como yo».

La manera de pensar de Dan es un ejemplo de cómo mucha gente ve a Jesús. Lo ven como el típico «santito» sonriente con una aureola, pegado sobre el tablero de un automóvil. «Buena onda Jesús», dicen, «para gente que vive en las nubes. Pero realmente no tiene nada compatible con los que estudian física en la secundaria, trabajan en las fábricas o necesitan aros para arreglar los dientes».

Eso es un mito.

Ahora bien, es cierto que los fundadores de religiones no cristianas, como el budismo y el confucianismo, fueron hombres que se pasaban la vida en la meditación y la contemplación. Pero Jesús era un hombre trabajador, era un carpintero.

Me lo imagino en su taller, en una de las calles de Nazaret, con un letrero que dice: «Carpintería de Jesús y José». Me lo imagino con un delantal de cuero, corriéndole sudor por su frente y agachado trabajando en un pedazo de cedro con una navaja y un mazo. El taller huele a cedro, ciprés y pino debido a los trabajos que se realizan.
Jesús de Nazaret trabajó como carpintero durante 18 años o más. Le salieron callos en las manos y desarrolló sus músculos. Estaba al tanto de todo lo que el negocio requería: desde planear y proyectar, hasta preparar cotizaciones y surtir pedidos.

Conocía las responsabilidades familiares. Jesús tenía hermanos y hermanas más jóvenes que Él, quienes, después de la muerte de su padre José, se convirtieron en su respon­sabilidad. Sin lugar a dudas sabía que para mantener a los niños vestidos había que salir y trabajar duro con otros mercaderes en la plaza.

Jesús de Nazaret no vivió en una nube. Su mundo, como el nuestro, era a veces duro, difícil y hasta apestoso. Se ensuciaba las manos y a veces dormía en el suelo. Cuando su vida terminó, sufrió una muerte llena de suciedad, sudor y sangre. La gran diferencia entre la vida de Jesús y la tuya, es quizás que Su vida y muerte trajeron perdón y salvación para cualquiera que cree en Él (Juan 3.16).

Ejercicio.

Desarrolla tu capacidad para enfrentar el mito de Jesús sentado en sus laureles con este ejercicio:

Lee Marcos 6:1-6. ¿Cómo conocían a Jesús en su pueblo natal de Nazaret?

Como un ascético.
Como un observador.
Como un monje santo.
Como un hombre trabajador.
Nota también en este pasaje (que es paralelo a Mateo 13:53-58) la referencia de los hermanos y hermanas de Jesús. ¿Por qué todos debían ser más jóvenes que Jesús?
¿Hay alguna otra evidencia en estos versículos de que los hermanos de Jesús eran más jóvenes y que vivían en la casa de Nazaret?

Extracto del libro “No Dejes Tu Cerebro en la Puerta”

Por Josh McDowell y B. Hostetler

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