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«La amistad con Dios» (1)

“Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba”, Heb. 11:8


 

La mayoría de nosotros vivimos dentro de los límites de lo que podemos hacer con nuestras fuerzas y talentos. Restringimos nuestra vida sólo a lo que estamos seguros que podemos manejar por nosotros mismos. El temor a correr riesgos nos mantiene alejados de lo que no podemos controlar o resolver con nuestra capacidad.

Cuando pedimos ayuda a Dios, queremos que Él haga lo que nosotros creemos que es lo mejor. ¿Qué riesgo estaríamos dispuestos a correr si estuviéramos seguros que el Señor intervendría para ayudarnos? o ¿Qué hemos estado evitando porque lo consideramos un imposible?

El Señor nos ama y se interesa en nosotros mucho más de lo que nos imaginamos; Él es el Señor de las intervenciones radicales. Siempre interviene de manera sobrenatural. En ocasiones nos conduce a retos y oportunidades para demostrar lo que es capaz de hacer con nuestras imposibilidades, ya que éstas son una plataforma para la revelación de su poder y su gracia.

La amistad con Dios no fue sencilla para Abraham; necesitó de la repetida intervención de Dios para llegar a ese punto. El secreto en su vida fue el don de la fe que Dios le dio y que lo llevó a correr riesgos. La vida de Abraham la podemos analizar de la siguiente manera:

1-   Su llamamiento a la fe: le llegó cuando se encontraba entre el pueblo semita establecido en Ur. Ahí prevalecía el politeísmo de los sumerios. Dios puso en Taré, su padre, una inquietud para que saliera de Ur y lo llevó a lo largo del Valle del Eufrates, hasta Harán. Dios tenía grandes cosas para él y necesitaba toda una vida de amistad con Dios para saber que Él le proveería todo lo necesario para cada etapa del camino. En Génesis 12:1 – 3, vemos la tremenda promesa que Dios le hizo; Abraham no tenía nada en que basarse excepto en esa promesa, pero obedeció. Después de la muerte de su padre, Abraham dejó Harán y se dirigió a Canaán. Los altares que fue construyendo en el camino eran símbolos de su fe creciente en Dios.

2-   El conocimiento de su fe: se produjo cuando el Señor lo sacó de Egipto y lo llevó a Canaán. El Señor se le apareció y le recordó su promesa y le hizo ver su bendición en el aumento de su ganado y de sus riquezas; además le mostró la tierra que iba a ser suya y de sus descendientes (Gén. 13:14 – 16). Después el Señor le indica que haga algo extraño (Gén. 13:17). Para desarrollar en Abraham la confianza y la fe que puede llevar a correr riesgos, el Señor tenía que ayudarle a hacer suya la realidad de lo que aparentemente era imposible. No sólo le dio una visión, sino que lo hace caminar por ella hasta que se convirtió en una realidad que le pertenecía. Los lazos de amistad entre Dios y Abraham se estaban afirmando y fortaleciendo cada vez más.

Continuará…

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