“Jesús les dijo: … porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible”, Mat. 17:20
La fe es acción; no es solamente decir “creo” de una manera pasiva. En la Biblia leemos un sinnúmero de ejemplos en donde se demuestra que la fe no es sólo creer. Tener fe implica poner en acción lo que estamos creyendo. Veamos algunos ejemplos:
1- La tempestad (Mat. 8:26): iba Jesús navegando con sus discípulos cuando de pronto se levantó una tormenta tan grande que las olas cubrían la barca. Los discípulos entraron en pánico y despertaron al Señor. Jesús reprendió la poca fe de sus discípulos antes de reprender a los vientos y al mar, y de que se hiciera grande bonanza. Cuando las tormentas vengan a nuestra vida debemos correr a Él en lugar de llenarnos de temor, angustia o dolor. Nuestra fe debe movernos a “creerle a Dios” y reposar confiadamente en su cuidado amoroso en medio de la tormenta.
2- La mujer del flujo de sangre (Mar. 5:34): esta mujer hacía doce años que padecía una seria enfermedad; se había gastado todo lo que tenía en médicos y nada había logrado. Un día oyó hablar de Jesús y se acercó a él por detrás de la multitud (algo que le era prohibido) y tocó su manto; porque ella creía que si tan sólo lo tocaba sería salva de aquel azote. Su fe en acción la llevó a obtener su sanidad, ya que enseguida de que tocó el vestido de Jesús, quedó sana. De la misma manera, debemos acercarnos a Dios cuando estemos en quebranto, dolores, enfermedades, sabiendo que Él es la fuente de nuestra provisión para cualquier necesidad.
3- La sirofenicia (Mat. 15:28): una mujer cananea (pagana, incrédula) que tenía una hija atormentada por demonios se acercó a Jesús pidiéndole ayuda; los discípulos del Señor la rechazaban, rogándole a Jesús que la corriera. La mujer se postró delante del Señor y rogó aun más. Ella manifiesta una fe especial y grande ante aquel que había sido enviado a un pueblo enemigo, los judíos. Al ver Jesús la fe de la mujer, sanó a su hija en ese momento. Cuando seamos el blanco del enemigo debemos poner nuestra fe en acción yendo con corazón confiado y seguro ante el único que puede librarnos de ello.
4- Bartimeo (Mar. 10:46): el ciego Bartimeo se sentaba junto al camino a mendigar, cuando cierto día oyó que Jesús se acercaba al lugar donde él estaba; entonces, comenzó a dar voces y a llamar al Señor. Muchos le callaban o reprendían. Sin embargo, él seguía clamando más fuerte hasta que Jesús lo oyó y lo mandó llamar. Cuando se encontró frente a Jesús, éste le preguntó qué quería y el ciego pidió recobrar la vista, y en ese instante recobró la vista y empezó a seguir a Jesús. Cuando nuestras limitaciones amenacen con detenernos, debemos clamar a Dios y dar pasos de fe creyendo que toda dádiva y todo don perfecto provienen de Él.
No permitamos que las circunstancias nos limiten o paralicen: ¡pongamos nuestra fe en acción!