Reflexiones Cristianas - “Dejad los niños venid a Mí, y no se lo impidáis,porque de tales es el reino de los cielos".
¿Un reino de niños? ¡Qué extraño! Ni entonces ni ahora, a pesar de la ternura que nos provocan los niños, tendría muchos adeptos. Se cae fácilmente a lo infantil, y lo infantil no suele gozar de buena prensa. ¡Cómo es posible que a Jesús, tan listo y avispado siempre, tan inteligente siempre se le ocurriera una imagen tan torpe! “Si no os hacéis como niños, dice, no entraréis en el reino de Dios”… O -podemos preguntarnos- ¿no estará señalando con esta imagen otra cosa?
Pues sí. Y en la literatura de los orígenes cristianos hay al menos cuatro lugares que apuntan en esa dirección. Algunas de estas fuentes debieron gozar de gran prestigio y aparecen, con pequeñas variantes -propias del lugar y de la sensibilidad del autor-, repetidas. Pues la repetición, según el consenso general de los especialistas, supone mayor difusión, lo que, a su vez, significa mayor acogida y la autoridad.
Y eso, a pesar de su sorprendente radicalidad. Por ejemplo, se habla del reino de los chiquillos, de los bebés, y hasta de los célibes. Y todos, con imágenes distintas, apuntan hacia lo mismo, hacia un reino sorprendente que todo lo pone del revés; un reino en el que no se entra si no es naciendo otra vez. Y esto no solo parece enigmático, es además provocativo.
El relato de Nicodemo (Jn 3, 1-19) expresa in extenso una de las formas judías de adhesión a Jesús, sin duda la más cercana pero insuficiente. Juan relata tres modos diferentes y ascendentes de acercamiento de los judíos a Jesús, pero todos imperfectos: las autoridades religiosas, para creer en él le exigían credenciales, milagros; los discípulos, que esperan la reforma o transformación de las instituciones judías, aun con violencia si fuera necesario; y los fariseos del grupo de Nicodemo que le reclaman el magisterio que nace del cumplimiento de la Ley.
Nada de eso, aunque tampoco se excluya, es determinante. Lo que causa la verdadera adhesión al programa de Jesús no es nada externo sino algo interno que se define como nacimiento y creación del hombre nuevo. Y esto supone ruptura o superación del pasado y comienzo de otra calidad de vida expresada con el símbolo del nacimiento del agua y del Espíritu. Los bautizados en el agua y el Espíritu son como los niños recién nacidos. Y, en este sentido, el reino de los niños es el reino de los bautizados.
Por esto, elige ser como niño! Acepta con todo tu corazón el llamado de nuestro Padre amado. Contágiate de los niños, recupera tu inocencia, tu sencillez, humildad, amor puro y desinteresado. Reflexionemos sobre todo aquello que tenemos que traer a nuestro presente.-
Fuente original: eslaHora.org
¿Un reino de niños? ¡Qué extraño! Ni entonces ni ahora, a pesar de la ternura que nos provocan los niños, tendría muchos adeptos. Se cae fácilmente a lo infantil, y lo infantil no suele gozar de buena prensa. ¡Cómo es posible que a Jesús, tan listo y avispado siempre, tan inteligente siempre se le ocurriera una imagen tan torpe! “Si no os hacéis como niños, dice, no entraréis en el reino de Dios”… O -podemos preguntarnos- ¿no estará señalando con esta imagen otra cosa?
Pues sí. Y en la literatura de los orígenes cristianos hay al menos cuatro lugares que apuntan en esa dirección. Algunas de estas fuentes debieron gozar de gran prestigio y aparecen, con pequeñas variantes -propias del lugar y de la sensibilidad del autor-, repetidas. Pues la repetición, según el consenso general de los especialistas, supone mayor difusión, lo que, a su vez, significa mayor acogida y la autoridad.
Y eso, a pesar de su sorprendente radicalidad. Por ejemplo, se habla del reino de los chiquillos, de los bebés, y hasta de los célibes. Y todos, con imágenes distintas, apuntan hacia lo mismo, hacia un reino sorprendente que todo lo pone del revés; un reino en el que no se entra si no es naciendo otra vez. Y esto no solo parece enigmático, es además provocativo.
Mc 10,13-16 es una fuente firme e independiente (que influye luego en Mt 19,13-15 y en Lc 18, 15-17) en evidente paralelismo con Mc 9, 36-39 de donde recibe su significado. El texto, en cuestión, dice así: Le llevaban chiquillos para que los tocase, pero los discípulos se pusieron a regañarles. Al verlo Jesús, les dijo indignado: “Dejad que los chiquillos se me acerquen, no se lo impidáis, porque los que son como estos tienen a Dios por rey. Os lo aseguro: quien no acoja el reino de Dios como un chiquillo, no entrará en él”. Y, abrazándolos, los bendecía imponiéndoles las manos.
El relato de Nicodemo (Jn 3, 1-19) expresa in extenso una de las formas judías de adhesión a Jesús, sin duda la más cercana pero insuficiente. Juan relata tres modos diferentes y ascendentes de acercamiento de los judíos a Jesús, pero todos imperfectos: las autoridades religiosas, para creer en él le exigían credenciales, milagros; los discípulos, que esperan la reforma o transformación de las instituciones judías, aun con violencia si fuera necesario; y los fariseos del grupo de Nicodemo que le reclaman el magisterio que nace del cumplimiento de la Ley.
Pero el evangelista Juan expresa con claridad que la adhesión al programa de Jesús no llega ni por el reconocimiento de las señales extraordinarias que hace, no por la reforma de las instituciones judías, ni siquiera por la observancia y sometimiento a la Ley.
Nada de eso, aunque tampoco se excluya, es determinante. Lo que causa la verdadera adhesión al programa de Jesús no es nada externo sino algo interno que se define como nacimiento y creación del hombre nuevo. Y esto supone ruptura o superación del pasado y comienzo de otra calidad de vida expresada con el símbolo del nacimiento del agua y del Espíritu. Los bautizados en el agua y el Espíritu son como los niños recién nacidos. Y, en este sentido, el reino de los niños es el reino de los bautizados.
Por esto, elige ser como niño! Acepta con todo tu corazón el llamado de nuestro Padre amado. Contágiate de los niños, recupera tu inocencia, tu sencillez, humildad, amor puro y desinteresado. Reflexionemos sobre todo aquello que tenemos que traer a nuestro presente.-
Fuente original: eslaHora.org