“Y los filisteos presentaron la batalla a Israel; y trabándose el combate, Israel fue vencido delante de los filisteos, los cuales hirieron en la batalla en el campo como a cuatro mil hombres”, 1ª Sam. 4:2
No podemos negar que exista un plan del enemigo en contra del pueblo de Dios. La Biblia dice que “vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1ª Pe. 5:8), pero también dice que “vendrá el enemigo como río, mas el Espíritu de Jehová levantará bandera contra él” (Is. 59:19). Muchos de los problemas que tenemos son debidos más a nuestra desobediencia que a los ataques del enemigo.
Cuando el pueblo de Israel salió de Egipto hacia la tierra prometida, Dios peleó grandes y numerosas batallas por su pueblo. Muchas veces, los enemigos huían porque escuchaban sonido de caballos que venían hacia ellos. Otras veces, los enemigos ponían sus espadas contra sus propios compañeros.
En el pasaje que nos ocupa (1ª Sam. 4), el pueblo de Israel se enfrenta a sus más acérrimos enemigos: los filisteos. En aquellos tiempos no existían tantas negociaciones como ahora; en aquel tiempo era: agarra la espada y vamos a la batalla. Dice la Biblia (verso 2) que en esa pelea hirieron a cuatro mil. Entonces, los ancianos se reúnen y hacen una pregunta: “¿Por qué Jehová nos ha herido hoy?”
Los filisteos no ganaron la batalla porque tuvieran mejores armas que los israelitas, ni tampoco porque estuviesen establecidos en un lugar geográfico privilegiado. En ese pasaje tampoco se menciona al diablo como causante de la derrota. La respuesta a esa pregunta es la misma que encontramos en otros dos pasajes similares:
1- Jueces 6:1, “Los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehová; y Jehová los entregó en mano de Madián por siete años”
2- Josué 7:1, “Pero los hijos de Israel cometieron una prevaricación en cuanto al anatema… y la ira de Jehová se encendió contra los hijos de Israel”
La razón de la derrota fue la desobediencia del pueblo de Israel. Un error muy grande que muchos cometemos es atribuirle al diablo todo lo malo que nos ocurre. Es más fácil echarles la culpa a otros que reconocer nuestro error. En los pasajes anteriores, no se le está dando crédito al diablo. Tanto los filisteos, como los de Hai y los de Madián se llevaron una victoria inmerecida, una victoria que no se ganaron. Lo que en realidad sucedió fue que Jehová NO peleó por su pueblo debido a su DESOBEDIENCIA.
Continuará…