“Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado; como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (1ª Pedro 1:13 – 15)
El día de HOY tengo que domar a dos halcones, entrenar a dos águilas, mantener quietos a dos conejos, vigilar a una serpiente, cargar un asno y someter a un león.
Estos animales los llevamos dentro: los dos halcones se lanzan sobre todo lo que se les presenta, bueno y malo. Tengo que entrenarlos para que sólo se lancen sobre presas buenas…son mis ojos.
Las dos águilas con sus garras hieren y destrozan. Tengo que entrenarlas para que sólo se presten al servicio y ayuden sin herir…son mis manos.
Y los conejos quieren ir adonde les plazca, huir de los demás y esquivar las situaciones difíciles. Tengo que enseñarles a estar quietos aunque haya un sufrimiento, un problema o cualquier cosa que no me gusta…son mis pies.
Lo más difícil es vigilar a la serpiente aunque se encuentre encerrada en una jaula de 32 varillas. Siempre está lista para morder y envenenar a los que la rodean apenas se abre la jaula; si no la vigilo de cerca, hace daño…es mi lengua.
El burro es muy obstinado, no quiere cumplir con su deber. Pretende estar cansado y no quiere llevar su carga de cada día…es mi cuerpo.
Finalmente necesito domar al león, quiere ser el rey, quiere ser siempre el primero, es vanidoso y orgulloso…ése es mi corazón.
Como verás, tengo mucho trabajo para el día de hoy: conquistar todo aquello que vive en mí y llevarlo en sumisión a la preciosa voluntad de Dios. Pero lo hago confiando en su bendita intervención, ya que su perfecta voluntad para mí…y para todos, es nuestra santificación (1ª Tes. 4:3).
¡Ah! El día de mañana también tengo mucho trabajo
El día de HOY tengo que domar a dos halcones, entrenar a dos águilas, mantener quietos a dos conejos, vigilar a una serpiente, cargar un asno y someter a un león.
Estos animales los llevamos dentro: los dos halcones se lanzan sobre todo lo que se les presenta, bueno y malo. Tengo que entrenarlos para que sólo se lancen sobre presas buenas…son mis ojos.
Las dos águilas con sus garras hieren y destrozan. Tengo que entrenarlas para que sólo se presten al servicio y ayuden sin herir…son mis manos.
Y los conejos quieren ir adonde les plazca, huir de los demás y esquivar las situaciones difíciles. Tengo que enseñarles a estar quietos aunque haya un sufrimiento, un problema o cualquier cosa que no me gusta…son mis pies.
Lo más difícil es vigilar a la serpiente aunque se encuentre encerrada en una jaula de 32 varillas. Siempre está lista para morder y envenenar a los que la rodean apenas se abre la jaula; si no la vigilo de cerca, hace daño…es mi lengua.
El burro es muy obstinado, no quiere cumplir con su deber. Pretende estar cansado y no quiere llevar su carga de cada día…es mi cuerpo.
Finalmente necesito domar al león, quiere ser el rey, quiere ser siempre el primero, es vanidoso y orgulloso…ése es mi corazón.
Como verás, tengo mucho trabajo para el día de hoy: conquistar todo aquello que vive en mí y llevarlo en sumisión a la preciosa voluntad de Dios. Pero lo hago confiando en su bendita intervención, ya que su perfecta voluntad para mí…y para todos, es nuestra santificación (1ª Tes. 4:3).
¡Ah! El día de mañana también tengo mucho trabajo