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No eres el único que se desanima

Hay momentos de desánimo, momentos de enfriamiento, de cierta pasividad que son comunes en la vida de los que seguimos a Cristo. Te levantas y siempre tienes algo que hacer antes de tu devocional, cuando inicialmente ocupaba el primer lugar. De prisa vas en el carro afanado, repitiéndote una oración que oras tan mecánicamente, como si no hubieras orado nunca.
No eres el único que pasa por esto. Pero tampoco te puedes quedar allí porque si hay algo en ti que te hace sentir vacío por falta de comunión con Dios, es el Espíritu Santo. Eso es señal de que no estás solo y que Dios sigue a tu lado reanimándote para que no desmayes.
Cuando nos dejamos llevar por lo que vemos, nuestra fe mengua, nos desanimamos. Por eso, no te desanimes. “Velad y orad”, dice la palabra porque el espíritu está dispuesto aunque la carne sea débil… ¡hazlo! No te dejes dominar por tu carne, por tu cansancio, por tus pensamientos, por el que dirán. Dios nos dio un espíritu de dominio propio. ¡Hazlo!
Ora, empieza de nuevo tu cuidado personal, cambia de relaciones que te apartan de Dios, inicia una nutrición espiritual adecuada, vuelve a la iglesia donde Dios te mostró su gloria, quiérete, arréglate, “despierta tú que duermes y vuelve a mí, que yo me encargo”, te dice Jesucristo, el amigo que no falla.
Así dice el señor: “Buscadme y me hallarás, encomienda a mí tus caminos y yo enderezaré tus sendas, aléjate del mal y sé sabio, porque hoy empieza tu mañana”. Amigo, hermano, ora, buscad a ese amado Dios que un día descuidaste; Él sigue allí, renueva tu promesa de fe, y entrégate en cuerpo y alma para que tu nombre no empiece a verse borroso en el libro de la vida.

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