“Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos”, Ef. 5:15 y 16
Hace un tiempo se publicó un artículo donde un tanto impotente la periodista relataba cómo con tanta facilidad robamos el tiempo de otros sin considerarlo siquiera un delito. El tiempo es tan valioso como la más preciosa joya; sin embargo, diariamente alguien nos lo roba logrando que poco a poco perdamos tanto que de pronto exclamemos: ¡Alguien me ha robado… y ni siquiera lo puedo demandar!
Cuando alguien roba dinero o algún otro bien podemos llamarlo ladrón, pero cuando nos roban el tiempo… ¿Qué se puede hacer? ¿Cómo se le puede llamar? Se nos roba el tiempo cuando contratamos algún servicio para determinado día y llegado el tiempo especificado nos dicen: “Vuelva otro día, aún no está listo”. Se nos roba el tiempo cuando tenemos que hacer interminables líneas para pagar algún servicio; cuando compramos algo “en perfectas condiciones” y luego tenemos que volver a la tienda para devolverlo porque no cumplía con lo ofrecido, no sin antes volver a hacer otra línea. Se nos roba el tiempo cuando tenemos que esperar a esa amiga que tarda horas en arreglarse y nos provoca llegar tarde a determinada cita. ¡Hay tantas formas de robar el tiempo!
Un ejemplo de lo que vale el tiempo es Bill Gates, conocido hombre de empresa de quien se dice que si se llegara a encontrar un billete de $100 US no se inclinaría a recogerlo pues el tiempo invertido en hacerlo vale más que el billete mismo. Y pensar que tanta gente inconsciente de esto llega más tarde a todos lados creyendo que a fin de cuentas “todos hacen lo mismo”, no dándose cuenta que se han convertido, por actuar así, en un ladrón.
¿Exagerado? ¡Pues NO! La Biblia misma nos exige cuidar nuestro tiempo; el salmista dice: “Enséñanos de tal modo a contar nuestros días (tiempo), que traigamos al corazón sabiduría”. Parte de nuestro respeto por los demás es ser puntuales, como los ingleses: no mucho antes, no después. ¿No es cierto que sea molesto tener que esperar a los padres que siempre llegan tarde a recoger a sus hijos al colegio? ¿Por qué entonces no pensar que es molesto también cuando nosotros llegamos tarde? ¿No crees que ya es tiempo de que lleguemos a tiempo? Dios quiera que nosotros no seamos de los ejemplos que hemos mencionado, sino de los que pueden decir: ¡Me han robado… y ni siquiera puedo demandarlos!
Hace un tiempo se publicó un artículo donde un tanto impotente la periodista relataba cómo con tanta facilidad robamos el tiempo de otros sin considerarlo siquiera un delito. El tiempo es tan valioso como la más preciosa joya; sin embargo, diariamente alguien nos lo roba logrando que poco a poco perdamos tanto que de pronto exclamemos: ¡Alguien me ha robado… y ni siquiera lo puedo demandar!
Cuando alguien roba dinero o algún otro bien podemos llamarlo ladrón, pero cuando nos roban el tiempo… ¿Qué se puede hacer? ¿Cómo se le puede llamar? Se nos roba el tiempo cuando contratamos algún servicio para determinado día y llegado el tiempo especificado nos dicen: “Vuelva otro día, aún no está listo”. Se nos roba el tiempo cuando tenemos que hacer interminables líneas para pagar algún servicio; cuando compramos algo “en perfectas condiciones” y luego tenemos que volver a la tienda para devolverlo porque no cumplía con lo ofrecido, no sin antes volver a hacer otra línea. Se nos roba el tiempo cuando tenemos que esperar a esa amiga que tarda horas en arreglarse y nos provoca llegar tarde a determinada cita. ¡Hay tantas formas de robar el tiempo!
Un ejemplo de lo que vale el tiempo es Bill Gates, conocido hombre de empresa de quien se dice que si se llegara a encontrar un billete de $100 US no se inclinaría a recogerlo pues el tiempo invertido en hacerlo vale más que el billete mismo. Y pensar que tanta gente inconsciente de esto llega más tarde a todos lados creyendo que a fin de cuentas “todos hacen lo mismo”, no dándose cuenta que se han convertido, por actuar así, en un ladrón.
¿Exagerado? ¡Pues NO! La Biblia misma nos exige cuidar nuestro tiempo; el salmista dice: “Enséñanos de tal modo a contar nuestros días (tiempo), que traigamos al corazón sabiduría”. Parte de nuestro respeto por los demás es ser puntuales, como los ingleses: no mucho antes, no después. ¿No es cierto que sea molesto tener que esperar a los padres que siempre llegan tarde a recoger a sus hijos al colegio? ¿Por qué entonces no pensar que es molesto también cuando nosotros llegamos tarde? ¿No crees que ya es tiempo de que lleguemos a tiempo? Dios quiera que nosotros no seamos de los ejemplos que hemos mencionado, sino de los que pueden decir: ¡Me han robado… y ni siquiera puedo demandarlos!