“Así ha dicho Ben-adad: tu plata y tu oro son míos, y tus mujeres y tus hijos hermosos son míos. Además, mañana a estas horas enviaré yo a ti mis siervos, los cuales registrarán tu casa, y las casas de tus siervos; y tomarán y llevarán todo lo precioso que tengan”, 1ª Rey. 20:3 y 6
Si leemos los primeros catorce versículos del capítulo veinte del primer libro de reyes podemos ver una escena crítica, dramática, en la historia de los reyes de Israel. La gran ciudad de Samaria estaba cercada por Ben-adad y 32 reyes más, una verdadera confabulación de fuerza, dispuesta a aplastar al pueblo de esa ciudad y con ella al símbolo de una nación. Una tarde aparecen unos soldados con unas banderas blancas, y Acab, el rey de Israel, ordena a su guardia de la puerta que los dejen entrar. Son enviados del rey más grande que ha tenido Siria: Ben-adad; ese rey que ha reunido a 32 reyes para ir a destruir a Samaria. Este rey le envía un ultimátum: “tu plata y tu oro son míos; tus mujeres y tus hijos hermosos son míos. Además, todo lo precioso que tengas es mío”. Ante la primera exigencia (plata y oro, tus mujeres e hijos) Acab se rinde y le dice: “Rey, señor mío, yo soy tuyo y todo lo que tengo”. En las exigencias de Ben-adad a Acab vemos las áreas de nuestra mayordomía:
1- Nuestras finanzas (tu plata y tu oro son míos): todos conocemos la historia de la mujer de Acab, Jezabel. Muchos creen que el pecado de esta mujer fue gastar su dinero en pintura para labios y ojos, porque era famosa por su arreglo personal; otros creen que se gastó el dinero en sus ídolos y en sostener a los 400 sacerdotes y profetas falsos. Pero no es así. El gran pecado de Jezabel fue que utilizó el dinero de la casa de Dios para su uso personal. ¡Le robó a Dios! De la misma manera, el enemigo quiere que cada uno de nosotros defraudemos a Dios en este sentido. Dios nos ha hecho mayordomos de nuestro dinero y debemos cuidar la manera en que lo empleamos.
2- Nuestra familia (tus mujeres y tus hijos hermosos son míos): hoy en día la familia está en crisis; el trabajo excesivo, la ansiedad y el estrés, el deseo de tener más, han hecho que descuidemos nuestras familias. La familia debe ser una de nuestras prioridades; debemos dedicarles el tiempo necesario.
3- Todo lo precioso que tenemos: nuestra salud es importante, debemos cuidarla para poder servir a Dios; nuestro tiempo también es importante, debemos administrarlo sabiamente y no desperdiciarlo en banalidades. Es necesario también saber administrar los dones, talentos y habilidades que Él nos ha dado, y no esconderlos o dejarlos dormidos.
Cuando Ben-adad hizo la segunda exigencia a Acab, éste ya no estuvo dispuesto a ceder sus posesiones. Igual debemos hacer nosotros: NO cedamos al enemigo el control de nuestras finanzas, familia o lo precioso que tenemos. Recordemos que Dios pelea por nosotros, siempre y cuando seamos unos buenos administradores de sus riquezas.
Si leemos los primeros catorce versículos del capítulo veinte del primer libro de reyes podemos ver una escena crítica, dramática, en la historia de los reyes de Israel. La gran ciudad de Samaria estaba cercada por Ben-adad y 32 reyes más, una verdadera confabulación de fuerza, dispuesta a aplastar al pueblo de esa ciudad y con ella al símbolo de una nación. Una tarde aparecen unos soldados con unas banderas blancas, y Acab, el rey de Israel, ordena a su guardia de la puerta que los dejen entrar. Son enviados del rey más grande que ha tenido Siria: Ben-adad; ese rey que ha reunido a 32 reyes para ir a destruir a Samaria. Este rey le envía un ultimátum: “tu plata y tu oro son míos; tus mujeres y tus hijos hermosos son míos. Además, todo lo precioso que tengas es mío”. Ante la primera exigencia (plata y oro, tus mujeres e hijos) Acab se rinde y le dice: “Rey, señor mío, yo soy tuyo y todo lo que tengo”. En las exigencias de Ben-adad a Acab vemos las áreas de nuestra mayordomía:
1- Nuestras finanzas (tu plata y tu oro son míos): todos conocemos la historia de la mujer de Acab, Jezabel. Muchos creen que el pecado de esta mujer fue gastar su dinero en pintura para labios y ojos, porque era famosa por su arreglo personal; otros creen que se gastó el dinero en sus ídolos y en sostener a los 400 sacerdotes y profetas falsos. Pero no es así. El gran pecado de Jezabel fue que utilizó el dinero de la casa de Dios para su uso personal. ¡Le robó a Dios! De la misma manera, el enemigo quiere que cada uno de nosotros defraudemos a Dios en este sentido. Dios nos ha hecho mayordomos de nuestro dinero y debemos cuidar la manera en que lo empleamos.
2- Nuestra familia (tus mujeres y tus hijos hermosos son míos): hoy en día la familia está en crisis; el trabajo excesivo, la ansiedad y el estrés, el deseo de tener más, han hecho que descuidemos nuestras familias. La familia debe ser una de nuestras prioridades; debemos dedicarles el tiempo necesario.
3- Todo lo precioso que tenemos: nuestra salud es importante, debemos cuidarla para poder servir a Dios; nuestro tiempo también es importante, debemos administrarlo sabiamente y no desperdiciarlo en banalidades. Es necesario también saber administrar los dones, talentos y habilidades que Él nos ha dado, y no esconderlos o dejarlos dormidos.
Cuando Ben-adad hizo la segunda exigencia a Acab, éste ya no estuvo dispuesto a ceder sus posesiones. Igual debemos hacer nosotros: NO cedamos al enemigo el control de nuestras finanzas, familia o lo precioso que tenemos. Recordemos que Dios pelea por nosotros, siempre y cuando seamos unos buenos administradores de sus riquezas.