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«Las Recompensas del Servicio»

“Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa”, 1ª Cor. 3:14

Servir es algo que definitivamente tiene recompensas y éstas sobrepasan a las malas consecuencias, al tiempo que nos motivan para seguir adelante. Algunos aspectos relacionados con las recompensas son:
1- La mayor parte de las recompensas se reciben en el cielo, no en la tierra: Sí hay recompensas terrenales. Aún el mundo ofrece reconocimientos a personas especiales: Premio Pulitzer, Premio Nóbel de la Paz, etc. Pero cuando se trata del servicio, Dios reserva el honor especial para aquel día cuando la “obra de cada uno se hará manifiesta” y cada uno “recibirá recompensa”.
2- Todas las recompensas se basan en la calidad, no en la cantidad: a nosotros nos impresiona el tamaño, el volumen, el ruido y los números; pero olvidamos que Dios mira el motivo, la autenticidad, la verdad real que está debajo de la superficie. Cuando Él recompensa a los siervos se basa en la calidad, lo cual significa que todos tendremos iguales oportunidades.
3- No se olvidará ninguna recompensa que se posponga: Dios no hace cuentas al terminar el día ni cierra sus libros cuando llega el fin de la vida de alguien. Cuando ya no haya más tiempo aquí en la tierra, ningún acto de servicio a los demás será olvidado. Las recompensas pueden ser pospuestas, pero no se olvidarán jamás…Dios cumple sus promesas, “Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún”, Heb. 6:10
Él nos anima a permanecer firmes y continuar nuestro servicio; Dios lo tomará en cuenta y nos recompensará como consecuencia. Recordemos que Él es fiel. Aún cuando hayamos hecho lo necesario pero se nos ignore, se nos entienda mal o seamos olvidados, podemos estar seguros de que el trabajo no fue en vano. Cuando hagamos lo bueno, motivados por algo correcto y no recibamos ningún crédito por ello, ningún reconocimiento, ni siquiera un “muchas gracias”…tenemos la promesa de Dios de que segaremos. Cuando cualquier siervo haya servido y dado, y sacrificado, y luego se coloca voluntariamente a un lado para que Dios reciba la gloria, nuestro Padre celestial promete recompensarlo.
Nuestro servicio puede comenzar con cosas pequeñas: atenciones, un abrazo de comprensión a alguien que sufre, una nota breve a quien se siente solo y olvidado, un vaso de agua fría al sediento. ¡Dios tiene en cuenta todos estos esfuerzos!

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