“… como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”, Mat. 20:28
Cierto día Jacobo y Juan, influenciados por su madre, pidieron al Señor un puesto prominente en el reino de los cielos. No sólo ellos tenían esa actitud, sino también el resto de los apóstoles quienes al conocer la petición de los primeros se enojaron. El Señor los llama y los amonesta diciéndoles que Él había venido al mundo para servir (v. 25 – 28). La palabra servir significa: “uno que está al servicio de otro”. Esta palabra tiene una relación muy estrecha con la palabra ministro, que significa servidor. Pablo dijo: “Yo soy ministro de Jesucristo”, es decir, estoy a Su servicio. Juan el Bautista expresó: “Viene tras de mí el que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar la correa de su calzado”.
Ellos sabían a quién servían, y sabían también que el servir es una de las formas más sublimes de agradar a Dios, amar al prójimo y honrarse a sí mismo. El Creador del universo, el Poderoso, el Soberano, el Rey de Reyes, el Altísimo, el Omnipotente, fue quien dijo: “yo no vine para ser servido, sino para servir y para dar mi vida en rescate por muchos”.
• ¿Por qué Dios siendo Dios deja su majestad y desciende para habitar entre los mortales?
• ¿Por qué Dios siendo Dios deja su gloria para convivir entre pecadores, publicanos y malhechores?
• ¿Por qué Dios siendo Dios se despoja de su vestidura divina y lava los pies de sus discípulos?
• ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
Porque vino para servir y dar su vida en rescate por muchos. Siendo Dios no se aferró a su divinidad, sino que tomó forma de siervo, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte (Fil. 2:5 – 8). Y el apóstol Pablo recomienda: “Haya, pues, en vosotros este mismo sentir que hubo también en Cristo Jesús”. Nos exhorta a imitar al Señor, sirviendo.
¡La grandeza del hombre está en el servir: servir a Dios y al prójimo!
Cierto día Jacobo y Juan, influenciados por su madre, pidieron al Señor un puesto prominente en el reino de los cielos. No sólo ellos tenían esa actitud, sino también el resto de los apóstoles quienes al conocer la petición de los primeros se enojaron. El Señor los llama y los amonesta diciéndoles que Él había venido al mundo para servir (v. 25 – 28). La palabra servir significa: “uno que está al servicio de otro”. Esta palabra tiene una relación muy estrecha con la palabra ministro, que significa servidor. Pablo dijo: “Yo soy ministro de Jesucristo”, es decir, estoy a Su servicio. Juan el Bautista expresó: “Viene tras de mí el que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar la correa de su calzado”.
Ellos sabían a quién servían, y sabían también que el servir es una de las formas más sublimes de agradar a Dios, amar al prójimo y honrarse a sí mismo. El Creador del universo, el Poderoso, el Soberano, el Rey de Reyes, el Altísimo, el Omnipotente, fue quien dijo: “yo no vine para ser servido, sino para servir y para dar mi vida en rescate por muchos”.
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• ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
Porque vino para servir y dar su vida en rescate por muchos. Siendo Dios no se aferró a su divinidad, sino que tomó forma de siervo, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte (Fil. 2:5 – 8). Y el apóstol Pablo recomienda: “Haya, pues, en vosotros este mismo sentir que hubo también en Cristo Jesús”. Nos exhorta a imitar al Señor, sirviendo.
¡La grandeza del hombre está en el servir: servir a Dios y al prójimo!