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«Las pequeñas zorras» (2) Cazando la zorra gris: Mis palabras


“Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!”, Stgo. 3:5

¿Qué tan grande es lo grande? ¿Qué tan pequeño es lo pequeño? El tamaño es relativo: lo que para una persona no significa mucho, para otra puede ser algo enorme. La zorra es un animal PEQUEÑO que puede destruir GRANDES viñedos. En especial, vamos a referirnos a la zorra gris: un color que ni es negro ni es blanco. Cuando hablamos de algo dudoso o cuestionable decimos que es algo turbio o gris. Así, algunas acciones no son blancas ni negras, sólo grises.
La ZORRA GRIS: nuestras palabras
Por medio de nuestras palabras nos mostramos a nosotros mismos. Las palabras expresan ideas, sentimientos. Las palabras pueden dañar o destruir, así como bendecir (Stgo. 3:5 y 6). ¿Dónde debemos buscar esta zorra?
1- Palabras hirientes: maldiciones, palabras soeces, groserías, críticas. Si las palabras profanas llegan a ser parte de nuestra vida nos será difícil dejar de usarlas. Muchos no refrenan su lengua cuando se enojan.
2- Mentira: palabras engañosas que usamos cuando tratamos de obtener algo que deseamos. La gente las utiliza para obtener lo que desea o para cubrir la culpabilidad. La mentira se da en muchas formas y tamaños; a veces se presenta como un total engaño, otras como una mezcla de verdad y error. En otras ocasiones es una insinuación o deducción (Prov. 12:22 y 19:22).
3- Chisme: es lo que alguien habla en relación a otro; es una enfermedad. Es tan destructivo como el egoísmo, la avaricia y la lujuria. El chismoso puede herir y destruir a otros. Una buena idea sería no decir nada que no estuviéramos dispuestos a firmar para validarlo.

¿Quién puede ser una zorra gris?
a) La persona a quien le gusta ser el centro de atención
b) La persona que es culpable de lo que acusa a la otra

¿Cómo podemos deshacernos de la zorra gris?
• Rindiendo nuestra vida al señorío de Jesucristo
• Nuestras palabras no pueden ser mejores que nuestro espíritu; “… porque de la abundancia del corazón habla la boca”, (Luc. 6:45)

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