“Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo”, Gál. 4:6 y 7
¿Para qué sirve un reloj de sol en la sombra? Muchos creyentes se pueden comparar con este ejemplo. Viven como relojes de sol estacionados en medio de la sombra, sin utilidad y sin deseos de salir de ahí. Si soy hijo de Dios, ¿Por qué no me conduzco o vivo como Hijo de Dios?
Todos nosotros somos ESPÍRITU – ALMA – CUERPO; antes de venir a Cristo nuestro espíritu estaba muerto, gobernaban ALMA y CUERPO. Al venir Cristo, le da vida a nuestro ESPÍRITU; pero necesitamos alimentarlo para que crezca, se desarrolle y madure. “Al que más alimentamos y al que más tiempo dedicamos, es el más fuerte, el que crece más y controla a los otros”.
El ALMA (mente) se alimenta con los conocimientos, razonamientos, es intelectual, y lo hace por medio de los cinco sentidos. El CUERPO con la comida, el ejercicio, pasatiempos; es hedonista (doctrina que proclama el placer como fin supremo de la vida). El ESPÍRITU se alimenta con la PALABRA, la oración, la comunión con Dios. EL QUE MÁS ALIMENTEMOS SERÁ EL MÁS GRANDE.
En la medida en que alimentemos al ESPÍRITU, éste crecerá y empezaremos a actuar como HIJOS de Dios porque entenderemos las verdades divinas. No dejamos de ser hijos si CUERPO y ALMA gobiernan, porque somos salvos por GRACIA, no por orar, etc., PERO seremos hijos que viven en las sombras, como el reloj de sol, sin oír la voz de Dios, sin experimentar Su presencia. Hijos, pero ansiosos, afanados, enfermos, preocupados, en problemas constantes… pero ¡hijos! Corriendo todos los días de un lado para otro. Al tener consciencia de que somos hijos damos golpes certeros en lugar de caer en el activismo.
Los afanes, las preocupaciones, el estrés nos roban el tiempo para alimentar nuestro ESPÍRITU. Podemos tener un trabajo, cumplir con un horario, pero en comunión con Dios, porque nuestro ESPÍRITU necesita y anhela a Dios. Cuando nuestro ESPÍRITU es el que gobierna, podemos oír la voz de Dios y Él nos dirá qué hacer y cómo; no nos moveremos ni decidiremos hasta oír Su voz.
Por otro lado, nuestra identidad va a depender mucho de la imagen que tenemos de nuestro papá terrenal, ¿Cómo fue?: permisivo, ausente, abusador, prometía y nunca cumplía… reaccionamos como hijos ante Dios = que como el papá terrenal. Cuando sus verdades están en nuestro ESPÍRITU vemos las cosas de otra manera, entendemos la Gracia de Dios de otra manera. Nuestra perspectiva cambia cuando se alinea a la perspectiva divina. Mi ESPÍRITU percibe las cosas de manera diferente… entonces cambia mi manera de PENSAR… y cambian los efectos sobre mi CUERPO.
Continuará…
¿Para qué sirve un reloj de sol en la sombra? Muchos creyentes se pueden comparar con este ejemplo. Viven como relojes de sol estacionados en medio de la sombra, sin utilidad y sin deseos de salir de ahí. Si soy hijo de Dios, ¿Por qué no me conduzco o vivo como Hijo de Dios?
Todos nosotros somos ESPÍRITU – ALMA – CUERPO; antes de venir a Cristo nuestro espíritu estaba muerto, gobernaban ALMA y CUERPO. Al venir Cristo, le da vida a nuestro ESPÍRITU; pero necesitamos alimentarlo para que crezca, se desarrolle y madure. “Al que más alimentamos y al que más tiempo dedicamos, es el más fuerte, el que crece más y controla a los otros”.
El ALMA (mente) se alimenta con los conocimientos, razonamientos, es intelectual, y lo hace por medio de los cinco sentidos. El CUERPO con la comida, el ejercicio, pasatiempos; es hedonista (doctrina que proclama el placer como fin supremo de la vida). El ESPÍRITU se alimenta con la PALABRA, la oración, la comunión con Dios. EL QUE MÁS ALIMENTEMOS SERÁ EL MÁS GRANDE.
En la medida en que alimentemos al ESPÍRITU, éste crecerá y empezaremos a actuar como HIJOS de Dios porque entenderemos las verdades divinas. No dejamos de ser hijos si CUERPO y ALMA gobiernan, porque somos salvos por GRACIA, no por orar, etc., PERO seremos hijos que viven en las sombras, como el reloj de sol, sin oír la voz de Dios, sin experimentar Su presencia. Hijos, pero ansiosos, afanados, enfermos, preocupados, en problemas constantes… pero ¡hijos! Corriendo todos los días de un lado para otro. Al tener consciencia de que somos hijos damos golpes certeros en lugar de caer en el activismo.
Los afanes, las preocupaciones, el estrés nos roban el tiempo para alimentar nuestro ESPÍRITU. Podemos tener un trabajo, cumplir con un horario, pero en comunión con Dios, porque nuestro ESPÍRITU necesita y anhela a Dios. Cuando nuestro ESPÍRITU es el que gobierna, podemos oír la voz de Dios y Él nos dirá qué hacer y cómo; no nos moveremos ni decidiremos hasta oír Su voz.
Por otro lado, nuestra identidad va a depender mucho de la imagen que tenemos de nuestro papá terrenal, ¿Cómo fue?: permisivo, ausente, abusador, prometía y nunca cumplía… reaccionamos como hijos ante Dios = que como el papá terrenal. Cuando sus verdades están en nuestro ESPÍRITU vemos las cosas de otra manera, entendemos la Gracia de Dios de otra manera. Nuestra perspectiva cambia cuando se alinea a la perspectiva divina. Mi ESPÍRITU percibe las cosas de manera diferente… entonces cambia mi manera de PENSAR… y cambian los efectos sobre mi CUERPO.
Continuará…