“Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano?”, Juan 5:6
No obstante, a pesar de tanta promesa, estaban ciegos a ellas; no estaban esperando en lo que debían esperar. El paralítico representa a multitud de creyentes que se encuentran en condiciones desesperadas. Jesús sabía lo que este inválido estaba pensando, lo que necesitaba. Tal vez, de entre todos, era el más necesitado, y Jesús siempre era movido hacia la mayor necesidad: 38 años de esperanzas frustradas, sufrimientos insoportables y una gran SOLEDAD.
Tú puedes ser el que yace junto al estanque; quizás estés en una situación sin esperanza y sin salida; nadie entiende la profundidad de tu sufrimiento, a nadie le importas lo suficiente como para ayudarte; no tienes un amigo o un ser querido que tenga tiempo y amor para consolarte.
Piensa en los años de lucha de este hombre, las heridas acumuladas, cuántas veces agitaría su mano pidiendo ayuda. En el lecho de la depresión y la desesperación, esperando un milagro.
¿Por qué le pregunta el Señor QUIERES SER SANADO? ¿No querría cualquiera en esa condición ser sanado? La pregunta supone que podría no querer ser sano. Jesús sabía que estaba en esa condición de lástima por años. Hay un peligro en la agonía y el dolor prolongado, y es que al final la persona se rinde y abraza la pena.
En el v. 7 vemos que el hombre no estaba listo para la responsabilidad de ser sanado. En lugar de responder “Sí, quiero”, contestó… a nadie le importo, ellos tienen la culpa, etc. La amargura se había apoderado de él. Estaba impedido físicamente y degenerado espiritualmente por la amargura.
Quizás había oído hablar de Jesús, pero no lo reconoció (v. 8). Jesús no lo regañó ni le hizo demandas morales, sólo lo RETÓ: levántate y sé sano por fe, o yace en la autocompasión y muere solo.
¿Qué habría pasado si no hubiera creído? Jesús no lo forzaría ni lo levantaría en contra de su voluntad. Él tenía que CREER. Era ¡Ahora o Nunca!