Alguna vez haz pensado si todo lo que haces en tu rutina diaria y en otras ocasiones llena tu vida? La cotidianidad, el stress en el que vivimos día a día hace que nos olvidemos de cosas muy importantes y que van más allá de lo terrenal. La mayoría de las veces desplazamos o sustituimos a la familia, la pareja por un trabajo, por dinero o por cosas, que quizás hoy están, mañana no; tratamos de llenar nuestras vidas con actividades que supuestamente nos satisfacen (el dinero, trabajo, fiestas, amistades que están solo en momentos determinados, etc.) Pero que hay mas allá de todo eso? Haz revisado alguna vez el fondo de tu corazón y te haz preguntado si está totalmente lleno?
[caption id="attachment_3858" align="alignleft" width="200" caption="Buscando la Felicidad"][/caption]
Pues claro que no está totalmente lleno, - ¿y porque pienso así? – porque todas estas cosas nombradas anteriormente solo son cosas superficiales. Puedes sentirte sumamente mal, vas a una fiesta, estas en tu trabajo o rodeado de muchas personas, tienes todo el dinero del mundo, al instante pensaras que te sientes mejor, ¿pero que pasa cuando sales de la fiesta, del trabajo o sencillamente llegas a tu casa y estas en la soledad de tu cuarto? Te vuelve a sentir mal como al principio.
Cuando te sientas así de mal, recuerda que El está tocando la puerta de tu corazón para habitar dentro de ti. Y a partir de ese momento ya no te sentirás ni vacío, ni solo, ni triste, porque Dios estará contigo en todo momento para consolarte y ayudarte a levantarte en todos los momentos en los que sientas que no puedes más.
Para invitarlo a entrar a tu corazón y a llenar el vacío que tienes en tu vida solo repite esta corta oración:
“Señor Jesús, yo confieso que soy un pecador. Entra en mi corazón. Perdóname por mis pecados. Límpiame con Tu sangre ahora, Señor. Me rindo ante Ti. Te entrego mi corazón. Y te pido que vivas Tu vida en mí. Cambio mi vida por tu vida. Yo creo Señor que Tú eres el Hijo del único Dios y creo que viniste a este mundo para morir por mí. Tu eres el Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo. Yo creo que Tú derramaste Tu sangre por mi salvación.
Yo creo que Tú resucitaste de la muerte y subiste al cielo y ahora estás sentado a la derecha del Padre. Ahora, Señor Jesús, yo proclamo que Tú para siempre serás mi salvador y proclamo ante el cielo y la tierra que yo seré tuyo para siempre y he nacido otra vez…AMEN!
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Pues claro que no está totalmente lleno, - ¿y porque pienso así? – porque todas estas cosas nombradas anteriormente solo son cosas superficiales. Puedes sentirte sumamente mal, vas a una fiesta, estas en tu trabajo o rodeado de muchas personas, tienes todo el dinero del mundo, al instante pensaras que te sientes mejor, ¿pero que pasa cuando sales de la fiesta, del trabajo o sencillamente llegas a tu casa y estas en la soledad de tu cuarto? Te vuelve a sentir mal como al principio.
Todo esto ocurre porque ciertamente tenemos un vacío en nuestro corazón, que no lo llena las fiestas, el dinero, el trabajo, las amistades, etc. Ese vacío es una falta de amor de Dios, y solo Él lo puede llenar.
Cuando te sientas así de mal, recuerda que El está tocando la puerta de tu corazón para habitar dentro de ti. Y a partir de ese momento ya no te sentirás ni vacío, ni solo, ni triste, porque Dios estará contigo en todo momento para consolarte y ayudarte a levantarte en todos los momentos en los que sientas que no puedes más.
Para invitarlo a entrar a tu corazón y a llenar el vacío que tienes en tu vida solo repite esta corta oración:
“Señor Jesús, yo confieso que soy un pecador. Entra en mi corazón. Perdóname por mis pecados. Límpiame con Tu sangre ahora, Señor. Me rindo ante Ti. Te entrego mi corazón. Y te pido que vivas Tu vida en mí. Cambio mi vida por tu vida. Yo creo Señor que Tú eres el Hijo del único Dios y creo que viniste a este mundo para morir por mí. Tu eres el Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo. Yo creo que Tú derramaste Tu sangre por mi salvación.
Yo creo que Tú resucitaste de la muerte y subiste al cielo y ahora estás sentado a la derecha del Padre. Ahora, Señor Jesús, yo proclamo que Tú para siempre serás mi salvador y proclamo ante el cielo y la tierra que yo seré tuyo para siempre y he nacido otra vez…AMEN!