No importa cuál sea su problema o cuán mal se sienta como resultado de él, Dios lo ama. En Jesucristo, Él le ha dado una vida nueva. Él le proveerá nuevos amigos que lo amen, lo acepten, lo aprecien y lo confirmen. Usted está bien, y va a vencer a causa de Aquel que vive en usted y se interesa por usted.
A pesar de lo que pueda haber hecho, usted necesita una revelación de lo que Dios quiere decir en Jeremías 31:34: “Nunca más me acordaré de sus pecados”. Una vez que ha confesado su pecado y ha pedido perdón a Dios, si continúa trayéndoselo cada vez que viene en oración, está recordándole algo que Él ha prometido olvidar, algo que ha echado tan lejos de usted como el oriente del occidente (vea Salmos 103:12). Es necesario que comprenda que una vez que ha confesado sus pecados a Dios y le ha pedido que se los perdone, Él no sólo los ha perdonado, sino que realmente los ha olvidado.
Quizás tenga que mirarse al espejo y confesar sus fallas más profundas. Quizás tenga que decirle a Dios algo como: “Me hice un aborto”. O: “Cometí adulterio. Hice eso, Señor, y para mí es una maravilla comprender que puedo estar aquí y mirarme a la cara. Pero puedo hacerlo porque sé que aunque hice algo malo, tú has alejado de mí mis pecados tan lejos como está el este del oeste, ¡y no te acuerdas más de ellos!”
Sea cual fuere su pecado o su falla, es necesario que lo confiese a Dios y luego se le libere de ello. Deje de castigarse por algo que está en el pasado. Rehúse recordar algo que Dios ha elegido olvidar.
—Tomado de La Biblia de la vida diaria, de Joyce Meyer. Una publicación de Casa Creación. Usado con permiso.
A pesar de lo que pueda haber hecho, usted necesita una revelación de lo que Dios quiere decir en Jeremías 31:34: “Nunca más me acordaré de sus pecados”. Una vez que ha confesado su pecado y ha pedido perdón a Dios, si continúa trayéndoselo cada vez que viene en oración, está recordándole algo que Él ha prometido olvidar, algo que ha echado tan lejos de usted como el oriente del occidente (vea Salmos 103:12). Es necesario que comprenda que una vez que ha confesado sus pecados a Dios y le ha pedido que se los perdone, Él no sólo los ha perdonado, sino que realmente los ha olvidado.
Quizás tenga que mirarse al espejo y confesar sus fallas más profundas. Quizás tenga que decirle a Dios algo como: “Me hice un aborto”. O: “Cometí adulterio. Hice eso, Señor, y para mí es una maravilla comprender que puedo estar aquí y mirarme a la cara. Pero puedo hacerlo porque sé que aunque hice algo malo, tú has alejado de mí mis pecados tan lejos como está el este del oeste, ¡y no te acuerdas más de ellos!”
Sea cual fuere su pecado o su falla, es necesario que lo confiese a Dios y luego se le libere de ello. Deje de castigarse por algo que está en el pasado. Rehúse recordar algo que Dios ha elegido olvidar.
—Tomado de La Biblia de la vida diaria, de Joyce Meyer. Una publicación de Casa Creación. Usado con permiso.