“…a éste lo envió Dios como gobernante y libertador por mano del ángel que se le apareció en la zarza”, Hech. 7:35
Al final, Moisés actuó sólo con el poder de una revelación clara de parte de Dios. Nadie le podía hacer frente así. Años después, vemos la íntima comunión que Moisés tenía con Dios. Cuando el pueblo se revelaba ante Él, la nube de la presencia de Jehová descendía sobre el tabernáculo y la gente se apartaba, porque sabían que Dios estaba con Moisés.
El conocimiento nos da autoridad. Si no la tenemos para predicar, enseñar o cualquier otra cosa que hagamos, estamos evidenciando la falta de comunión y conocimiento de Dios. Como resultado tenemos la mediocridad.
En varias ocasiones Jesús anunció su muerte a sus discípulos, pero al llegar el momento no estaban preparados y huyeron. Después de su muerte, se les apareció vez tras vez, durante 40 días, para que ellos tuvieran la plena seguridad de su llamado y la seguridad de la vocación de Dios en ellos, no en tinieblas ni opacadamente, sino con pruebas indubitables. Para sellar esto, les envió además el Espíritu Santo.
A la luz de nuestro fruto y trabajo, ¿tenemos la suficiente revelación como para decir: estoy haciendo lo que debo hacer? Necesitamos una profunda revelación de Dios todo el tiempo.
Otro aspecto que debemos considerar para tener corazones agradables a Dios tiene que ver con nuestro carácter o nuestro sentir; esto incluye nuestros pensamientos, sentimientos, actitudes, etc. Los sentimientos son importantes para Dios. David tenía un corazón agradable a Dios. Nehemías sintió la carga por su pueblo antes de que Dios lo levantara como libertador. Ezequiel fue llevado por Dios al valle de los huesos secos y caminó por él antes de profetizar.
Hoy en día, hemos perdido un poco la sensibilidad y el amor por los perdidos; muchos nos envanecemos pensando en nuestra posición, olvidándonos muchas veces de las necesidades de los demás.
Dios tiene que despertar nuestros corazones. Cuando vivimos en una posición de comodidad corremos el riesgo de pensar sólo en nosotros y de olvidarnos de los pobres o necesitados; perdemos la sensibilidad de nuestra vocación. Nuestra vida debe identificarse con el dolor de los demás para que podamos ser eficientes. Mardoqueo gritó y lloró cuando supo que iban a matar a su pueblo (Ester 4:1). Ester se identificó con la necesidad de los demás. Nehemías pasó por lo mismo; cuando supo lo que estaba pasando su gente, se sentó y lloró por ellos. Empezó a confesar sus pecados, y sólo estuvo contento hasta que se fue a hacer su tarea.
Debemos cultivar nuestra sensibilidad diariamente por medio de la oración y la lectura de la Palabra de Dios.