“Y los filisteos presentaron la batalla a Israel; y trabándose el combate, Israel fue vencido delante de los filisteos, los cuales hirieron en la batalla en el campo como a cuatro mil hombres”, 1ª Sam. 4:2
Si estamos pasando por cualquier tipo de problema o adversidad, antes de buscar la causa afuera, busquemos dentro de nosotros. No en otras personas, sino en nosotros mismos. Así saldremos de muchas situaciones difíciles y tendremos una bendición mayor… y el enemigo será derrotado, ya que se le está dando más crédito al enemigo del que tiene. No se merece ni mencionarlo siquiera. Muchos podrían pensar: ¿Para qué servirle a un Dios que cuando quieres servirle, el otro se opone?
En el pasaje de 1ª Sam. 4:3, los israelitas buscaron la salida fácil y dijeron: “Traigamos a nosotros de Silo el arca del pacto de Jehová, para que viniendo entre nosotros nos salve de la mano de nuestros enemigos”. Nosotros tendemos a hacer lo mismo: para salir de un apuro, buscamos la salida más fácil.
Como hijos de Dios, nunca debemos echarle la culpa de nuestra adversidad a otro hijo de Dios. Nuestro enemigo es el pecado. David lo pudo reconocer cuando pecó, en el Salmo 51:1; cuando les echamos la culpa a los demás, entonces sí, el enemigo toma ventaja.
Más tarde, cuando tuvieron el arca con ellos, volvieron a pelear contra los filisteos y nuevamente fueron vencidos (4:10). No es que el enemigo no tenga la culpa de muchas de las cosas que pasan; el problema es que existe gente que culpa al diablo por TODO lo que le pasa. El único poder que tiene el enemigo es el que nosotros le demos, y la mente en especial es un campo de batalla.
Las personas que nos oigan decir constantemente “el diablo me hizo esto, el diablo me hizo lo otro”, van a pensar que ese enemigo es poderoso pues trae de cabeza a los creyentes, aun más, a los ¡HIJOS DE DIOS!
Recordemos finalmente que en Cristo somos más que VENCEDORES; que ninguna arma forjada en contra nuestra va a prosperar. Antes de culpar al diablo o incluso a otras personas, examinémonos para ver si andamos en obediencia. Y cuando encontremos que nuestro problema o adversidad sí es un ataque del enemigo, recordemos que debemos resistirlo firmes en la fe.