“Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre.
Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios” (Salmo 103:1 y 2)
Cómo olvidar los días grises si son ellos los que me traen el brillo del sol? (“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”, Rom. 8:28).
Cómo olvidar las derrotas, si son las que me proporcionan las victorias? (“Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó”, Rom. 8:37).
Cómo olvidar los errores, si son ellos los que me dan las lecciones? (“Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”, Fil. 3:13 y 14).
Cómo olvidar la soledad, si fue ella la que me hizo entender mis amores y me trajo a mis amigos? (“Los ojos de Jehová están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos. Claman los justos, y Jehová oye, y los libra de todas sus angustias.
Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu. Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará Jehová”, Sal. 34:15, 17 – 19).
Cómo olvidar las tristezas, si ellas hicieron que mi suerte cambiara? (“Has cambiado mi lamento en baile; desataste mi cilicio, y me ceñiste de alegría. Por tanto, a ti cantaré, gloria mía, y no estaré callado. Jehová Dios mío, te alabaré para siempre”, Sal. 30:11 y 12).
Cómo olvidar los planes fracasados, si el fracaso me puede enseñar a soñar? (“Y os restituiré los años que comió la oruga, el saltón, el revoltón y la langosta, mi gran ejército que envié contra vosotros.
Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones”, Joel 2:25 y 28).
Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios” (Salmo 103:1 y 2)
Cómo olvidar los días grises si son ellos los que me traen el brillo del sol? (“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”, Rom. 8:28).
Cómo olvidar las derrotas, si son las que me proporcionan las victorias? (“Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó”, Rom. 8:37).
Cómo olvidar los errores, si son ellos los que me dan las lecciones? (“Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”, Fil. 3:13 y 14).
Cómo olvidar la soledad, si fue ella la que me hizo entender mis amores y me trajo a mis amigos? (“Los ojos de Jehová están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos. Claman los justos, y Jehová oye, y los libra de todas sus angustias.
Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu. Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará Jehová”, Sal. 34:15, 17 – 19).
Cómo olvidar las tristezas, si ellas hicieron que mi suerte cambiara? (“Has cambiado mi lamento en baile; desataste mi cilicio, y me ceñiste de alegría. Por tanto, a ti cantaré, gloria mía, y no estaré callado. Jehová Dios mío, te alabaré para siempre”, Sal. 30:11 y 12).
Cómo olvidar los planes fracasados, si el fracaso me puede enseñar a soñar? (“Y os restituiré los años que comió la oruga, el saltón, el revoltón y la langosta, mi gran ejército que envié contra vosotros.
Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones”, Joel 2:25 y 28).